La receta parece ser muy sencilla. Tener muchos millones
para dilapidar, hacerse de muchas hectáreas
de viñas añosas de alta calidad en un paraje único e irrepetible del planeta,
contratar a los mejores ingenieros agrónomos, a los enólogos rockstar mas
renombrados, sumarle flying winemakers de primera línea, marketing, garketing,
dumping y todo lo que se te ocurra. Si tienes la chequera de Dios, todo es
posible o eso pareciera.
Pero no, resulta que hay cosas que no se pueden. Ni con todo
eso uno podría jugar a la pelota como Riquelme o como Messi. Hay cosas que son
fortuitas y también por qué no, hijas de un entendimiento que pocos llegan a
tener.
Pero hacer un vino, resulta algo seductor, de ello dan
cuenta decenas de rockstar, empresarios, directores de cine, personajes de la
realeza, plebeyos antisociales, actores holybudences, deportistas, garcas
profesionales, etc.. Parece fácil, pero no lo es.
De ello da cuenta también, el personaje del que me quiero ocupar hoy
día.
Piero Incisa della Rocchetta, es descendiente de una de las
familias mas poderosas y prestigiosas de Europa. Una familia ligada a todo lo que se te
ocurra, desde Sumos Pontífices hasta generales romanos o porque no, desde la fontana di
Trevi a Sassicaia.
Gracias a Hans
Vinding-Diers y su esposa Noemí Marone de Cinzano, Piero se entusiasmó con un
pinot que le dieron de probar, en el que Hans asesoraba a los Canale. Y quien
no, en esos años algunos pinots de Canale eran de la puta madre y valían nada.
Vaya a saber si por la herencia de su abuelo criador de
caballos, creador del mítico Sassicaia y amante de los grandes pinots borgoñeses, a Piero le vino la idea de hacer el
mejor pinot del mundo, en un paraje recóndito y único de la tierra luego de
probar aquella maravilla. No lo culpo, si yo pudiera, también me iría a Jesi
para hacer el mejor Verdicchio dei Castelli que mi Nonno Fiore tanto adoraba.
La historia es larga y se puede buscar por internet, pero en
resumidas cuentas, este señor se compró unas buenas viñas añosas del año 1932 y
luego sumo otras del año 1955 y siguió plantando pinot y merlot. Los resultados
eran óptimos, pero no llegaban a complacer a todos. Es complicado hacer pinot,
es mas complicado hacer pinot en Sudamérica, es aún mas complicado hacer pinot en Argentina y competir con Malbec. El argentino no toma pinot y
tampoco paga caro una botella de esta cepa. El cuadro se complica y hay que
salir a venderlo afuera y competir con los gran cru, los 1er cru, los
americanos, los neocelandes, etc..
En este proceso de casi una década, Piero logró hacer pinots
de primera calidad, caros y que no terminaban de convencer, ni a los puristas,
ni a los pinoteros nuevo mundo.
En algún punto sentí que se le había dañado la brújula, como
por ejemplo en el Chacra 32 cosecha 2011. No podía entender como, después de
filosofar con las mejores vides del mundo, el paraje mas recóndito y único de
la tierra, la biodinamia, la luna, el sol, los micro organismos, las levaduras indígenas,
el día raíz y la mar en coche…se te había pasado de madera y el pinot mas caro
y exclusivo de Argentina, tenia gusto a barrica nueva. Mi decepción fue sórdida,
me puse por 5 minutos en la piel de Piero y pensé, si a mí me pasa esto, me
corto las venas con una criollita húmeda.
Desde hace muchos años soy defensor de los vinos de Hans Vinding-Diers, siento que con los años el
tipo fue entendiendo el terruño y la cepas que vinifica, cada año mejora y
sabiendo que está en el proyecto Chacra, intuía que algún día encontraría la
manera de expresar ese terroir en el malbec y en el pinot, como no se puede dar
en otro sitio del planeta.
Sigo los vinos de Chacra desde hace años, Barda y Mainqué
siempre me han resultado muy agradables pero con los Chacra 55 y 32 siempre me
encontré en problemas. Más allá de que no me resultaban placenteros 100%, encontraba en ellos algo particular y único, había en esos vinos algo embrionario que en algún
momento vería la luz.
Hace pocos meses pude probar Chacra 55 2013 y noté un cambio
asombroso. El vino ya no tenía gusto a madera, reconocía el mismo paso por boca que en
ediciones anteriores, pero de manera más gentil y armoniosa. Hace unas semanas
pude probar en una degustación Chacra 55 2014 y a la semana siguiente la misma
añada en casa, tranquilo y atento a todo.
Chacra 55 2014 es a mi humilde modo de ver, la bisagra del pinot de alta gama de Mainqué.
Un pinot que sabe a fruta y a tierra, que no peca de dulzor ni de barrica.
Frutal, seco, acido, gentil, equilibrado, con un largo de boca increíble. Solamente pinot noir de un sitio único e irrepetible. Me recordó en su esencia a Montsecano y Little Quino por la emoción que me causaron al probarlos. Me bebí
la botella entera yo solo, en unas 3 o 4 horas. Fue puro placer y regocijo, una cita íntima conmigo mismo y el pinot noir patagónico.
Brindé por Hans, por Piero y por los 4 de copa como yo que nada sabemos. Y aunque nada entiendo, sentí íntimamente por un momento, que habíamos encontrado eso que tanto estábamos buscando al sur del Rio Colorado.
Brindé por Hans, por Piero y por los 4 de copa como yo que nada sabemos. Y aunque nada entiendo, sentí íntimamente por un momento, que habíamos encontrado eso que tanto estábamos buscando al sur del Rio Colorado.
Ahora si Piero, ahora sí.
Salud!!!