La clásica novela de Víctor
Hugo, Les Misérables, trata al fin de cuentas de la eterna lucha del bien y el mal,
pero contextuado en un parámetro socio-histórico que de alguna manera atraviesa
generaciones y géneros. De allí su hegemónica vigencia.
Vigencia que es trasladable a una multiplicidad de
situaciones que a través de las décadas parece casi atemporal, la novela
transcurre en el tiempo y retrata a los opresores de una manera casi perfecta, ellos
se alinean con la moda política del momento para exaltarse como los
predicadores absolutos de lo que se “debe ser”.
Los miserables hoy también están entre nosotros, yo los he
padecido en carne propia. Pueden ser tus más acérrimos enemigos, pero también pueden ser esos pseudo
amigos que por la liviandad de su carácter o su pusilánime personalidad suelen
dejarte al margen por el “que dirán”.
Lo cierto es que hay que estar atentos, no busquen mostachos
afilados y sombreros bombín, los miserables se adaptan a toda situación y pueden vestir camiseta y
jean o ambo y corbata.
Me sorprende cada día ver a los conversos consumidores
expertos darse vuelta como panqueques ante las nuevas modas del vino. Tipos que
hace 5 años declaraban que ciertos vinos eran el norte a seguir y hoy día
hablan que tal o cual vino es maderoso y pesado, cuando antes exaltaban esas
virtudes como standart de calidad.
Los miserables son así. Dejan ver su lado hipócrita para parecer ser lo que en realidad no entienden, siempre se
adaptan a la corriente reinante y se ponen al lado para sacar provecho.
Un provecho que puede resultar algo infantil, pero por 10
u$s son capaces de comerte el hígado, limpiarte de tw, facebook o lo que se les
ocurra.
Si tienen hambre no roben un pan, ya saben como termina la
historia.
Salud.