Un 4 de julio como hoy pero hace 20 años, nos dejaba físicamente
uno de los artistas mas revolucionarios del siglo XX. Por suerte nos dejó un
legado enorme, no solo musical, sino también filosófico y conceptual. Y es que
su música no solo eran partituras y arreglos, no solo se trataba de algo
meramente intelectual, en ella había ese fuego sagrado de los elegidos, sus
composiciones nos cuentan una manera de sentir la vida y de cómo llevarla
adelante, de una manera provocativa, audaz, valiente, poniéndole el pecho a las
críticas, sin claudicar en sus principios estéticos y artísticos.
Ante las críticas no se recluía en su estudio, sino que
salía a la palestra a pelear por su arte, en 1954 declaraba :“Sí, es cierto,
soy un enemigo del tango; pero del tango como ellos lo entienden. Ellos siguen
creyendo en el compadrito, yo no. Creen en el farolito, yo no. Si todo ha
cambiado, también debe cambiar la música de Buenos Aires. Somos muchos los que
queremos cambiar el tango, pero estos señores que me atacan no lo entienden ni
lo van a entender jamás. Yo voy a seguir adelante, a pesar de ellos.” Este tipo
de actitudes les hizo ganar adeptos y muchos enemigos, se le cerraban los
lugares para trabajar y tuvo que emigrar casi para subsistir porque en Buenos
Aires no tenía trabajo, de este modo logró la consagración en Europa y más
tarde en el mundo entero. Volvió a su tierra natal lleno de gloria y las voces
que alguna vez lo abuchearon, ahora lo aclamaban como el mejor.
Para quien quiera saber más, busquen en la red que hay
muchas y muy buenas biografías, esta entrada no es para eso, es tan solo a modo
de homenaje y de resaltar una virtud poco exaltada entre sus tantos biógrafos,
la perseverancia y la lucha de ver su sueño hecho realidad, un genio que tenía
claro que sin esa obstinación no sería posible dar a conocer su obra.
A continuación su obra más conocida y que él mismo
calificaría a posteriori, como la mejor que compuso. En 1959 fallece su padre,
vuelve a Nueva York y compone Adiós Nonino, en un reportaje su hijo Daniel
cuenta: “Papá nos pidió que lo dejáramos solo durante unas horas. Nos metimos
en la cocina. Primero hubo un silencio absoluto. Al rato, oímos que tocaba el
bandoneón. Era una melodía muy triste, terriblemente triste. Estaba componiendo
Adiós Nonino.”
La habré escuchado miles de veces, pero cada vez es como la
primera, cuando el negro Suarez Paz arranca con la parte de violín, un escalofrío
recorre todo mi cuerpo y la emoción me embarga, no puedo evitarlo. Gracias
maestro Astor por tanta magia!!!!
Otro gran Marplatense.....
ResponderEliminarYa te puse en el sidebar lateral abrazo !!
Es verdad, que orgullo!!!!
EliminarGracias por tu comentario, Abrazo!!!