Cuando éramos jóvenes jugábamos a la pelota, jugar el futbol
parecía algo mas serio. El futbol tenia reglas bastante estrictas, un referí,
dos lineman, dos tiempos y un entretiempo, off side, etc.. Parecía complejo que
un juego con la misma finalidad, fuera tan diferente, pero la mente se va
acostumbrando y sabe hacer las diferencias del caso.
Nosotros jugábamos en potreros, mitad césped, mitad tierra.
A veces con arcos pero nunca con red, los límites del campo de juego eran casi imaginarios,
por supuesto no existía el off side ni el referato. Pero en aquellos años y
gracias al cabezón Hernández, dimos con una cancha que nos seducía a todos.
El cuidador era un tal Ludomir Anselmo Fonseca, un
caboverdiano que hablaba mas en portugués que en castellano. Había jugado en
San Lorenzo hasta la tercera y su carrera fue truncada por una rotura de meniscos
que le propinó el legendario arquero de River, José “perico” Pérez en una
salida desafortunada. Fue el primer tipo negro que vi en mi vida y la primera
persona capaz de tomar 3 botellas de vino en una hora y media.
Don Ludo, era una gran persona, amable, respetuoso,
apasionado del futbol, siempre con algún consejo enriquecedor, nos gustaba
escuchar sus historias de futbolista frustrado, de su Cabo Verde natal, de la
pobreza en los conventillos de la Boca y de sus desamores. Era un ser de luz,
esos tipos buenazos que por lo general no tienen suerte.
En aquella cancha nos sentíamos mas cerca de ser futbolistas
que de meros jugadores de pelota, para nosotros era como jugar en el monumental
o en la bombonera, aquel campo tenía cuidados a los que no estábamos acostumbrados
y nos sentíamos realmente privilegiados. Y Ludomir siempre nos recordaba "Jueguen bien muchachos, las vias del Roca los están mirando". Esto viene a cuento que el futbol argentino y el Roca tienen mucho en común, gran parte de la historia se hizo a largo de esas vias.
Un día el gallego Sánchez propuso de llevar 3 botellas para
estirar el encuentro y como reconocimiento al gran favor que Ludomir nos hacía.
Y así lo hicimos.
La próxima vez que fuimos a jugar, el partido estaba cerrado
y empatado, ya había pasado el quinto tren, pero algunos empezamos a decirle “hasta
el próximo tren Don Ludo” y Don Ludo descorchando la tercer botella, respondió “Está bien, jueguen hasta que se acabe
el borgoña”.
Gran historia Ariel!
ResponderEliminarDe vez en cuando sigo comprando esa etiqueta amarilla porque me trae recuerdos de mi niñez, aunque hoy ha quedado bastante rezagada en virtudes.
Se extrañaba que no escribieras.
Abrazo
Hola Fabián, en verano suelo comprar el Bianchi Chablis y suelo disfrutarlo con una cena liviana, el borgoña hace rato no lo pruebo, debería.
EliminarGracias por el apoyo de siempre!!!
Abrazo
Aplausos!! Aplausos!! Genial tu pluma Ariel!
ResponderEliminarHola Adrian, no se si será genial pero me divierten estas historias donde el vino siempre mete la cola casi de una manera furtiva.
EliminarGracias y un gran abrazo!!!
Fantástica querido amigo, lástima que nos las sueltes tan a cuenta gota!!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo desde la galicia profunda.
Salutes y buena vida.
Hola Andrés, lamentablemente este año fue bastante complejo y poco pude dedicarle al blog, he estado escribiendo bastante y publicando casi nada, demasiadas ideas sueltas que en algún momento verán la luz o serán condenadas al ostracismo. Me alegro todo lo que estas descubriendo por aquellas tierras. Un abrazo grande y saludos a Noemí.
EliminarMuy buena tu historia, soy de Avellaneda y jugabamos en un descampado contra las vias, no había cuidador y también los partidos los pactabamos a tantos trenes. Es cierto eso que gran parte de la historia del futbol argentino se escribió a lo largo de las vias del Roca.
ResponderEliminarGracias por escribirla y compartirla.
Saludos
Martin Rosales
Gracias por leer y comentar Martín, saludos
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