Hoy después de muchos años, bailarina volvió a mi mente.
Por cuestiones de trabajo paramos en una parrilla de Marcos
paz y entre los vinos de la carta apareció un Aberdeen Angus Cabernet Sauvignon
de añada reciente.
A bailarina la conocí en el año 1998, formábamos parte de un
grupo que representaba temas de Coltrane, con una mirada artística diferente.
El grupo se dividía en músicos y bailarines. Mientras la banda sonaba, el grupo
de baile improvisaba coreografías sobre temas tan fuertes como Moment’s notice,
Blue train, Lazy Bird, etc..
La banda era una locura, dos saxos, piano, guitarra, batería
y yo en el contrabajo, el grupo de danza estaba conformado por 2 hombres, dos
mujeres y bailarina.
Yo, estaba profundamente enamorado de ella, tenía un metejón
de aquellos, me parecía la mujer más hermosa que mis ojos alguna vez habían
visto. Pero como suele suceder, bailarina solo sabía que existía detrás de un
mueble de madera, con cuerdas, que le marcaba la tierra y el aire en sus
coreografías.
Cinco meses estuvimos con ese grupo dando vueltas por todos
lados, era una especie de teatro itinerante que copaba galpones y hacía puestas
en escena, el repertorio variaba y como las coreografías eran improvisadas,
cada función era pura adrenalina, esa dicotomía comunicacional que existía
entre los músicos y los bailarines era algo que sumaba a la puesta en escena. Marchaba
bien porque era algo novedoso y la gente nos seguía. En mi caso no me importaba
mucho la taquilla, ni las luces, tampoco el reconocimiento de algún hippie que
nos seguía, yo iba solo para ver bailar a bailarina. Sus cabellos rizados al
viento, sus giros, sus brazos abrazando el aire, todo era una fiesta.
Pasaban las semanas y ella no me registraba, parecía que en
su vida solo existía la danza, esa conexión con la música y su cuerpo. Luego de
cuatro meses, en un función en San Telmo, yo casi de bronca en “My favourite
things” comencé a marcar el ritmo con tresillos fuera de tiempo y allí la magia…..bailarina
supo que existía, me miró, me dio su mejor sonrisa, y bailó como solo los
ángeles pueden hacerlo.
Terminado el show, ella se acercó y empezó a hablarme de lo
bien que la había pasado con esos minutos de improvisación. Terminamos cenando
en un bodegón de Dock Sud ante mi insistencia y yo para tratar de impresionarla
pedí un Aberdeen Angus Cabernet de aquellos tiempos. Debo decir que el vino era
bien rústico, de esos cabernet tánicos y recios, que te llevan puestos, pero
que con el asado suelen zafar.
Hablamos durante horas, pero no se pudo replicar la magia
que había sucedido aquel día en el escenario. Bailarina jugaba en otra liga,
definitivamente yo no entraba en ese círculo de sus necesidades, tampoco daba
el standart mínimo de su aceptación.
Seguimos tocando un mes mas y el grupo se disolvió, cada uno
buscó su camino, nunca mas supe de ellos, ni de músicos, ni de bailarines.
Tampoco supe mas de ese Aberdeen Angus CS, hasta hace poco,
pero sí, me dí cuenta que las cosas no cambian demasiado.
Solo me quedó la certeza que el vino sigue siendo lo que era
en su momento.
Y un interrogante.
Que será de la vida de bailarina?
Muy bella historia, hay que escuchar a Coltrane e intentar encontrar a "bailarina" porque el Cabernet de Aberdeen Angus ha quedado muy maltrecho luego del tiempo y ya no es el mismo que de antes.
ResponderEliminarSalute
Es un muy buen consejo Fabián!!!!
EliminarGracias
Un gran abrazo!!!