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martes, 23 de agosto de 2016

Hasta el próximo tren Don Ludo, o hasta que se acabe el Borgoña

Cuando éramos jóvenes jugábamos a la pelota, jugar el futbol parecía algo mas serio. El futbol tenia reglas bastante estrictas, un referí, dos lineman, dos tiempos y un entretiempo, off side, etc.. Parecía complejo que un juego con la misma finalidad, fuera tan diferente, pero la mente se va acostumbrando y sabe hacer las diferencias del caso.

Nosotros jugábamos en potreros, mitad césped, mitad tierra. A veces con arcos pero nunca con red, los límites del campo de juego eran casi imaginarios, por supuesto no existía el off side ni el referato. Pero en aquellos años y gracias al cabezón Hernández, dimos con una cancha que nos seducía a todos.

Estaba en Adrogué, contra las vías, del lado oeste, entre la barrera de Nother y la de San Martín. Era un predio en que los bancarios jugaban una liga cada 15 días pero como el cuidador era conocido del padre de Hernández, nos dejaba jugar cada tanto. El lugar era medio picante, pero la cancha era una locura, tenía las medidas reglamentarias, toda de césped y delimitada con cal como las profesionales, arcos pintados y con red. Ahí jugábamos con botines con tapones, era casi un lujo en aquellos años y hasta una aventura.

El cuidador era un tal Ludomir Anselmo Fonseca, un caboverdiano que hablaba mas en portugués que en castellano. Había jugado en San Lorenzo hasta la tercera y su carrera fue truncada por una rotura de meniscos que le propinó el legendario arquero de River, José “perico” Pérez en una salida desafortunada. Fue el primer tipo negro que vi en mi vida y la primera persona capaz de tomar 3 botellas de vino en una hora y media.

Don Ludo, era una gran persona, amable, respetuoso, apasionado del futbol, siempre con algún consejo enriquecedor, nos gustaba escuchar sus historias de futbolista frustrado, de su Cabo Verde natal, de la pobreza en los conventillos de la Boca y de sus desamores. Era un ser de luz, esos tipos buenazos que por lo general no tienen suerte. 

En aquella cancha nos sentíamos mas cerca de ser futbolistas que de meros jugadores de pelota, para nosotros era como jugar en el monumental o en la bombonera, aquel campo tenía cuidados a los que no estábamos acostumbrados y nos sentíamos realmente privilegiados. Y Ludomir siempre nos recordaba "Jueguen bien muchachos, las vias del Roca los están mirando". Esto viene a cuento que el futbol argentino y el Roca tienen mucho en común, gran parte de la historia se hizo a largo de esas vias.

El trato era claro, jugábamos 5 trenes. Como la cancha estaba contra las vías y el roca que iba hacia Burzaco pasaba cada 14 minutos, el tipo decía que al quinto tren se terminaba el partido. Nosotros en modo de agradecimiento cada vez que íbamos le llevábamos 2 botellas de Bianchi borgoña, era el vino que a Ludomir le gustaba. Parecía casi un ritual que cuando empezábamos a jugar don Ludo se sentaba al costado de la cancha con su silla, su vaso y su botella de borgoña a mirar el partido, mientras daba indicaciones a los dos equipos y a la vez oficiaba de árbitro en jugadas dudosas. Le gustaba el futbol con locura pero también el vino. Fuimos con el tiempo observando que en esos 70  minutos se terminaba las 2 botellas que le llevábamos.

Un día el gallego Sánchez propuso de llevar 3 botellas para estirar el encuentro y como reconocimiento al gran favor que Ludomir nos hacía. Y así lo hicimos.
La próxima vez que fuimos a jugar, el partido estaba cerrado y empatado, ya había pasado el quinto tren, pero algunos empezamos a decirle “hasta el próximo tren Don Ludo” y Don Ludo descorchando la tercer botella,  respondió “Está bien, jueguen hasta que se acabe el borgoña”.


8 comentarios:

  1. Gran historia Ariel!
    De vez en cuando sigo comprando esa etiqueta amarilla porque me trae recuerdos de mi niñez, aunque hoy ha quedado bastante rezagada en virtudes.
    Se extrañaba que no escribieras.
    Abrazo

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    1. Hola Fabián, en verano suelo comprar el Bianchi Chablis y suelo disfrutarlo con una cena liviana, el borgoña hace rato no lo pruebo, debería.
      Gracias por el apoyo de siempre!!!
      Abrazo

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  2. Aplausos!! Aplausos!! Genial tu pluma Ariel!

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    1. Hola Adrian, no se si será genial pero me divierten estas historias donde el vino siempre mete la cola casi de una manera furtiva.
      Gracias y un gran abrazo!!!

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  3. Fantástica querido amigo, lástima que nos las sueltes tan a cuenta gota!!

    Un fuerte abrazo desde la galicia profunda.

    Salutes y buena vida.

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    1. Hola Andrés, lamentablemente este año fue bastante complejo y poco pude dedicarle al blog, he estado escribiendo bastante y publicando casi nada, demasiadas ideas sueltas que en algún momento verán la luz o serán condenadas al ostracismo. Me alegro todo lo que estas descubriendo por aquellas tierras. Un abrazo grande y saludos a Noemí.

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  4. Muy buena tu historia, soy de Avellaneda y jugabamos en un descampado contra las vias, no había cuidador y también los partidos los pactabamos a tantos trenes. Es cierto eso que gran parte de la historia del futbol argentino se escribió a lo largo de las vias del Roca.
    Gracias por escribirla y compartirla.
    Saludos
    Martin Rosales

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