Nona Idea fue la madre de mi madre, una de esas personas
fundamentales de mi vida. Yo la amaba y la respetaba en la misma proporción.
Recuerdo que aun en mis años más rebeldes de la adolescencia, sus palabras y
consejos, eran para mí casi un dogma. Ese amor y respeto venia de una imagen
que casi toda la familia tenía sobre ella, era una persona sabia. Siempre
desparramó amor y cariño, generosidad y entrega. Su mundo era simple, pero
allí, ella reinaba y gobernada. Aquella imagen de las que le hablo, no venía de
una verticalidad autoritaria, para todos nosotros, Idea había entendido desde
siempre, de lo que se trataba LA VIDA. Siempre la consideré un ser superior, no
por su cultura académica, si no por el hecho que ella tenía valores morales y
éticos, que yo todavía no lograba alcanzar. Lo material y terrenal lo
manejaba de una manera exquisita, el dinero y los placeres mundanos eran
superfluos, su cometido era algo trascendental. El bien común de la familia. Es
algo muy italiano, de esas cosas que se conectan con lo más profundo de
nuestros orígenes. En pocas palabras, mi nona Idea, era una persona sencilla y
pura, sabia en todo el sentido de la palabra.
Las manzanillas y los pipeños son como mi nona Idea.
Por eso los amo y los respeto en la misma proporción.
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