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viernes, 1 de marzo de 2019

Carmelo Patti 2007...... INQUEBRANTABLE

Pasaron muchos años, muchos vinos, un par de hijos y algunas parejas. Esta cosecha salió en el 2011 o 2012, no recuerdo bien, pero si recuerdo que compré compulsivamente cuanta caja estuviera a buen precio.

Hoy se fué la última botella y con ella un amor que duró lo que debía durar.

No tengo ganas de reseñar, de analizar descriptores y hacerme el dificil, porque este vino me gustó desde el primer día y siempre sentí que era algo especial, que esta cosecha tenía condimentos que no había percibido antes, siempre sentí que este 2007 de Carmelo la rompía toda.

Y por supuesto me voy a lo sensorial y a lo histórico, lo pongo en contexto y el vino crece, se hace gigante. Para cuando se cosechó este Malbec, Don Carmelo tenía el mundo en contra. Todos los medios internacionales premiaban vinos diametralmente opuestos, la prensa nacional hablaba de arcaicos, los sommeliers hablaban del ropero de la abuela, los consumidores expertos ni lo atendían. Pero..... en aquel 2011 o 2012 cuando estuve en Mendoza un par de enólogos top me dijeron por debajo que el mejor Malbec 2007 de Mendoza (¡y del mundo?) lo había hecho el viejo, una vez mas. Me costó digerirlo, enólogos encumbrados de la nueva ola reconociendo por debajo que el mejor era el del viejo?

Decidi esperar, comprar, aguantar, olvidar, abrir cada tanto, cuando mi espiritu lo pidiera. Y si..... hubo un par de botellas mediocres, pero la gran mayoría soberbias y una decena que parecía de otro mundo. Como ésta última de la que hablo.

Esta última me remonta al pasado, a Carmelo probando la uva, a Perdriel, a Drumond, a Lujan, a Parker, a Jay Jay, a los Sommeliers que se burlaban, a los enólogos que reconocian por lo bajo, a las dudas, a las certezas, a mis hijos chicos, a los amores descarriados.....

Quedará espacio para los nuevos Carmelos? Me pongo a pensar y no encuentro interlocutores a futuro con todo el panorama en contra, no veo esa rebeldía.....seguramente habrá Malbecs muy buenos, algunos excepcionales, pero inquebrantables como éste lo dudo.
Espero, como siempre.......espero.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Lo que le costó el amor a Camilo Gómez

Y ahí se fue la primera copa de vino, vuelvo a servirme hasta la mitad y ya en el primer sorbo aparecés vos, que líquido maldito Che.

Siempre escuché historias de los que beben para olvidar pero en mi caso el primer sorbo de la segunda copa, hace que vuelvas como un torbellino. Pareciera que bebo para recordar y para pensar, para recorrer ese largo camino que transitamos y que un día decidiste abandonar.

Y es como un reflejo estúpido el de agarrar el teléfono, abrir el chat y releer nuestras conversaciones y pensar, pensar, maquinar y responderme solo "porque no le dije tal cosa", "porque no me dijo tal otra", abro tu foto de perfil y te miro a los ojos como cuando estabas en mi cama, si, ya se que estuviste hace un par de semanas en mi cama, pero ya no me mirás así, ya no me besas como antes, algo se rompió hace mucho y parecés una especie de zombie autómata, solo dejás que aprete los botones del placer un ratito, hasta que te cansas y listo, te gana el apuro por irte, siempre hay algo mas urgente que vos y yo.

Leo, leo y releo y me avergüenzo de mi mismo por ser tan boludo, por seguir dejando que me hagas mierda, por sentir tu falta, por corroborar que el "te amo" ya hace mucho pasó a ser "yo te quiero Camilo". La puta madre que cruel es que una mina que en un tiempo te dijo que te amaba ahora te diga que te quiere y encima pone después tu nombre, es preferible que te odien a que te digan que te quieren después de haberte amado.

Y sabes que? Quiero apretar ese botoncito para llamarte y escuchar tu voz y decirte todo lo que siento, vomitar todo eso que tengo atascado en el estomago hace años, decirte la falta que me haces, pero es de noche, me vas a sacar cagando y no tengo ganas por enésima vez de hacerme bosta como siempre, de hundir mi mano en el pecho, sacar el corazón latiendo todo roto y que me digas que no es un corazón, que no está roto, que es tan solo una ilusión mia.

Ya hace semanas que me torturo con este ritual,  la copa de vino, el celular, los recuerdos y este puto nudo en la garganta, increíble a lo que una persona se acostumbra y hasta parece disfrutar. Pero no, no es disfrute, es un proceso mórbido, como un duelo sordo y los únicos testigos son la copa de vino , el teléfono en mis manos y los puchos, uno tras otro. Y eso que de día no fumo, menos después de aquel infarto que casi me lleva el año pasado, pero como dejar de fumar si eso calma mi ansiedad, ya ni me gusta el tabaco, pero vuelvo a eso tóxico, como vuelvo a vos.

Y vuelvo a leerte, recordar cada rincón de tu cuerpo, cada detalle, cada sonido cuando estallas de placer en la cama, tu aroma, tu espalda curvada y tu desdén. Giro la copa, prendo un pucho y agarro de nuevo el teléfono, vuelvo a leer lo último que hablamos y mientras leo, veo que estas en línea, veo que estas escribiendo y salgo del chat para que no sepas que estoy esperando como un naufrago una señal tuya, me quedo en línea pero en otro chat y llega tu mensaje. Mi ansiedad se va a las nubes, pero leo. "Mañana el nené no tiene gimnasia, así que no vayas a buscarlo, que descanses". Y yo respondo "ah ok, gracias, que descanses".
Y me quedo mirando el celular como un pelotudo, "ah ok, gracias, que descanses", podrías haber dicho "estuve pensando en vos todo el día" "quiero verte" "me haces falta", pero no, el pelotudo no quiere incomodar, no quiere hacerse mierda contra la pared que ya se chocó 2535 veces. Vuelvo a girar la copa, oler el vino como si supiera, pero solo tiene olor a vino, le doy un sorbo y prendo otro pucho mas, agarro el teléfono y voy a escribirte lo que siento, pero enseguida lo borro.

Siento en ese momento que un elefante se me para en el pecho, es otro infarto, pero este duele 10 veces mas que el otro, es tan doloroso que casi me hace olvidar lo que me dolés vos. Alcanzo escribir "hasta mañana" y me doy cuenta que me estoy muriendo, que de esta no zafo ni en pedo, pero no voy a pedir ayuda, ya está, fué.

Lo último que veo es el doble tilde celeste y sobre la mesa el Finca Natalina. No puedo creer que me esté muriendo y no haya podido volverte a decir que fuiste el amor de mi vida.
La puta madre tampoco puedo creer que me muera tomando este vino de mierda.

sábado, 2 de junio de 2018

Chanchos deslenguados vol XVI

El pasado sábado 26 de mayo, en Santiago de Chile,  se realizó en el restaurante Lucila de Nosotros en el GAM, la edición XVI de la feria Chanchos deslenguados creada por Sebastián Alvear. Es la feria a la que hace años quiero ir, pero  siempre por algún motivo, me ha sido imposible asistir. Todo llega y este año pude darme el gusto.

Vinos sin tabú es su slogan y toda una declaración de principios, quien asiste, sabe que va a  encontrarse con cosas que están a contramano del mainstream. El perfil de la feria es acercar al público Santiaguino, productores que son invisibles para la gran industria del vino trasandino, sin embargo alguno de ellos son productores de renombre mundial. Sebastián se preocupa en seleccionar a esos pequeños proyectos rupturistas y a la vez darle la posibilidad al productor de mostrar su trabajo. Digo esto porque hablando con expositores, el alquiler del stand es económico y sumado a que también pueden vender sus vinos, en algunos casos terminan amortizando la inversión. La entrada es también muy accesible, 8000 pesos chilenos (aproximadamente 12 dólares).  Da la sensación que todos ganan, lo cual también me suena a rupturista, dado el concepto "feria de vinos" al que uno está acostumbrado.

Chanchos deslenguados es una feria itinerante ya que en cada edición cambia de lugar. En ésta última, el GAM fue una gran elección en mi opinión, puesto que está muy cerca de la parada del metro y a mano de todo. El hecho de que se hiciera en un restaurant del predio es otro punto a favor para el asistente que quiere ir temprano y almorzar algo en el lugar, a un costo también muy económico. Otro cosa que me gustó y vengo reclamando a otras ferias, es el hecho que si un vino te gustó mucho, puedas comprarlo, cuantas veces nos ha pasado de ir a un evento de vinos, probar un vino que te encanta y luego no conseguir esa etiqueta o cosecha nunca mas.

El evento se desarrolló en el horario de 11 a 19 hs y pasaron aproximadamente 500 personas, en un orden bastante sorprendente.  El clima es entre relajado y festivo, en las 8 horas que dura el evento, hay tiempo mas que suficiente para recorrer los 25 expositores y probar todo, almorzar, charlar, escuchar música, relajarse en el patio del GAM y si te quedan dudas volver a probar.

Vayamos a los vinos y sus productores. Entre los ya clásicos de Chanchos, pude encontrarme entre otros a viejos conocidos como Villalobos, Montsecano y el mítico Louis Antoine Luyt en persona. Los demás proyectos casi que no los conocía y en la mayoría de los casos me encontré con productores que hacen vinos de buenos a excelentes. Sentí que hay una línea que une conceptualmente a todos y frases repetidas en cada stand, las que mas he escuchado son:
-Vinos naturales-Parras viejas-Poco agregado de sulfuroso-Expresión de terruño-Poca intervención enológica-Vinos frescos-Acidez natural-Levaduras indígenas.
En la recorrida final, estas frases no parecen estar muy lejos de lo que he probado y no caen como muchas veces me ha pasado, en un vacio sin sentido.
Me he vuelto a encontrar con cabernet frescos y crujientes, pinots tensos y puros, carignan que son pura fruta y acidez, cinsault austeros con tremendo peso en boca, mucha uva país con diferentes estilos que van desde recios a suaves, blancos y naranjos que desafían el paladar con filo y sutileza, sidras de manzana y membrillo deliciosas de una pureza sorprendente, etc.. Si tuviera que resumir todo lo que he probado y utilizando una sola palabra, creo que PUREZA es la que mejor define mis sensaciones. 

Me he vuelto a Buenos Aires con una muy grata imagen de este evento. Muchas veces he sufrido las ferias de vinos, pero en este caso fué puro disfrute y descubrimiento. Probé vinos de esos que uno no consigue en otros lados de la tierra, cepas que ni sabía que existían, aprendí, pregunté, me reí, todo en un clima relajado, amable y festivo. Lo único que lamento es no poder haberme traido unas 10 o 12 botellas de los que mas me gustaron.

Larga vida a Chanchos Deslenguados, tengo otro motivo mas para volver periódicamente a Santiago.

Salud!!!


viernes, 27 de abril de 2018

Barda pinot noir 2016, la conexión malbec


Ya he hablado en otras entradas de lo difícil que es hacer pinot de clase mundial en nuestro continente, es realmente una tarea titánica venderles pinot a los consumidores de América y especialmente de Argentina.

En nuestro caso tenemos una bendición griega que es el Malbec, pero como toda historia griega, una gran virtud, trae aparejado una tremenda maldición.
El malbec es un don, si, como negarlo, es una cepa hermosa, que se adaptó a nuestro terruño de una manera única y que da vinos formidables. Pero en contra partida, todas las demás cepas quedan expuestas a su belleza. Opacadas, mal entendidas, maltratadas, arrinconadas y puestas en un sitio donde les resulta muy complejo competir con la reina de nuestro país.

Viñedos en Neuquén
El pinot noir patagónico es complejo y único a la vez, sin embargo siempre tuve la sensación de que nunca le encontraron el punto justo y que es muy difícil aunar criterios y hablar de un pinot patagónico de pertenencia.

Con el Malbec ha sucedido en los últimos años un hecho muy positivo, mas allá de gustos personales, un catador medianamente entrenado, hoy día puede encontrar diferencias sustanciales entre los malbecs mendocinos de diferentes zonas, inclusive en algunos casos hasta en los denominados vinos de entrada de gama o entry level, o sea en la base de la pirámide. Luego de casi 2 décadas y miles de desaciertos, creo que gran parte de la industria que hace Malbec a gran escala, entendió que expresar su zona de procedencia sin demasiados artilugios, es un factor de venta diferencial.

Lamentablemente con el Pinot, el tema no es tan notorio y ante una etiqueta patagónica por mas entrenados que estemos, se nos hace muy difícil poder reconocer si el vino en cuestión es de San Patricio del Chañar, General Roca, Mainqué, etc..

Con el correr de las décadas he podido probar casi todos los pinots que salen de nuestra tierra y hace unos cuantos años Canale hacía una línea de base que estaba muy bien para su precio,  poco a poco se fue prostituyendo por un mercado que le exigía cosas que el pinot patagónico no está para dar en su gran mayoría.

Bodegas Chacra, Rio Negro
En mi humilde opinión, el pinot noir patagónico tiene un potencial enorme y un perfil organoléptico único, pero me queda la sensación, luego de casi 20 años de estar probando,  que son pocos los emprendimientos que le dan a la cepa, la posibilidad de expresarse tal como es. Seguramente tenga que ver con el manejo del viñedo y las vinificaciones que se utilizan. Acaso sea el uso indiscriminado de levaduras de laboratorio que hace que muchos pinots al sur del rio Colorado, tengan ese descriptor de frutilla en mermelada tan artificial. O puede ser que el uso de chips y duelas que transmite a ciertos vinos patagónicos esas notas de chocolate y tabaco, no terminen resultando agradables al conjunto final del vino. O pueden ser muchas las variables que logran una homogenización negativa. Por lo expuesto y creyendo en el potencial de la Patagonia,  siento que hay algo valioso por esas tierras y que muy pocos se han tomado el trabajo de entenderlo o en su defecto, correr el riesgo de dejarlo salir.

Como consumidor que ama la cepa, deseo que se haga algo de aquí a 10 años, que pueda sentarme una noche como tantas y tener la posibilidad de trasladarme con mi mente a Gral. Roca, San Patricio del Chañar, Mainqué, Valle Azul, El Hoyo, etc.. En resumidas cuentas que me pase lo que me pasa con otras cepas y otras zonas del país donde las diferencias son mas marcadas y notorias. Mas allá de mis deseos que a nadie le importan, creo que es el momento de dar el salto y posicionar a la cepa como emblema patagónico, seguiendo el ejemplo del malbec mendocino y su gran reconversión de los ultimos 8 años.

En la oscuridad mas cerrada, siempre aparece una luz al final del túnel y  ya hace bastantes años, un par de italianos creyeron que era posible hacer pinot noir de buena calidad en la estepa patagónica,  sobre todo con sentido de pertenencia. Ese proyecto comenzó con un viñedo del año 1932 en el año 2004 y luego se fueron sumando nuevas etiquetas con viñedos mas jóvenes y menos exclusivos.

Me refiero a la etiqueta BARDA de bodegas Chacra, que ya lleva mas de una década de popularidad y vigencia. Siempre se apuntó con este entry level a expresar el pinot noir de Mainqué de una manera bastante honesta, buscando año a año el balance justo y de alguna manera dejar que el vino de esa viña y zona en particular de lo que debe dar, sin demasiadas pretensiones. El resultado es un muy buen pinot noir, que tiene sentido de pertenecía a un precio que hoy día suena ridículo ya que ha escalado a los us$45 de sugerido.

Mas allá de la locura de los precios que hace que año a año pueda comprar menos botellas, sigo sintiendo en cada nueva añada que Barda pinot noir, es de lo pocos en su clase que me trasladan a un sitio especifico de la estepa patagónica.


Y eso, no es poco.




N. de la R. : Gran parte de esta entrada del blog, surge de una charla con Fabián Mitidieri que me ayudó a redondear ciertos conceptos expresados. Mi mas sincera gratitud por su gran aporte y disposición.

martes, 6 de febrero de 2018

Crónica de una muerte anunciada, la cerveza desplaza al vino en la mesa argentina

Hoy escuché un audio en http://www.mdzol.com y me hizo acordar a algo que escribí en 2014 , la verdad que el que habla en ese audio viralizado es mucho mas lúcido que yo y seguramente tiene mucha mejor información.

Por eso quería volver a escribir algo al respecto.

Mientras que la industria cervecera se encargó por décadas en comunicar con comerciales televisivos y gráficos, que la peor y mas barata de las cervezas locales, era "el sabor del encuentro". La industria vitivinícola argentina, se reía de sus clientes históricos y prácticamente mandaba al cadalso a quien inoportunamente decidiera tomar el vino con soda o hielo, o en su defecto se le ocurriera mezclarlo en un vaso con naranja o durazno de estación.

Estos cráneos con masters en hardvard y en burdeos, se les ocurrió algo muy riesgoso..... pongamos al vino en un lugar de privilegio, porque pesaron que a todos les gusta ser privilegiados....a quien no le gusta un porsche 911 o un mustang? Olvidemonos de los negros que toman tetra en el asado diario de la obra, pongamoslé plusvalía a nuestro trabajo y sentemosnó a la mesa, con polistas y empresarios, los ricos son el futuro o al menos los que se quieren parecer o aparentar eso.

Imagino esas charlas técnicas de mercadeo, seguramente alguno dijo "el vino debe ser el placer supremo de los sentidos, hay que olerlo, mirarlo, sentirlo, interpretarlo, desmenuzarlo y al fin de eso poder apreciarlo"

Hace poco en una cata de una bodega, tuve el infortunio de decirle a su productor que su vino de mas alta gama estaba muy caro, porque el que le seguía en calidad estaba muy bueno y valía la tercera parte, en resumén le comentaba que no notaba la diferencia de porque tal vino valía 3 veces mas, la respuesta fué "cuando alguien me dice eso lo que pienso es que no lo entendió", cosa que me hizo ruido ya que a ese productor lo conozco desde su primer cosecha, y siempre me gustaron sus vinos y pensé.....si a mi que me gustan tus vinos y te conozco desde la primer cosecha, no puedo entenderlo.....como puede ser que un consumidor primerizo lo entienda y lo compre?
Meses mas tarde un importante crítico opinó lo mismo que yo, le puso 94 al vino ícono y 93 al segundo del escalafón, o sea opinó parecido a mi, pero no hubo tal descargo.

El tema es que cuando complicas demasiado algo que esta arraigado en el paladar popular y te cagas en lo que el consumidor te devuelve en modo de crítica, terminas matando al vino.
Mientras que la cerveza solo te pedía que te quitaras la sed y que te encontraras con alguien. El vino te pedía mucho mas....mucho y exageradamente. Primero que nada debías desembolsar el triple, cuidar la temperatura, la oxigenación, el día raiz, la luna, el sol, el abecedario en arameo y la mar en coche.
Pero así todo, si el vino estaba malo, era tu culpa, porque seguramente estarías nervioso o cansado, tal vez con un poco de stress o tal vez no lo entendiste. Porque al fin de cuentas no importa si hace 20 o 30 años que tomas vinos, tampoco si vas a catas o degustaciones todas las semanas, tampoco si visitaste 200 bodegas, la culpa es tuya porque no supiste apreciar lo que te estan brindando.

Hoy por hoy la cerveza le viene ganando año a año al vino porque ofrece un producto de buena calidad a un precio acorde. Se llama MERCADO imbéciles, sigan poniendo vinos de base a precios imcomprables y vean lo que les sucede. Simple y claro, el mercado manda y demanda.
Así y todo unos pocos se han vuelto millonarios en pocos años.
Que viva la pepa.
Salú.

domingo, 17 de septiembre de 2017

Bailarina, Aberdeen Angus y Coltrane

Hoy después de muchos años, bailarina volvió a mi mente.

Por cuestiones de trabajo paramos en una parrilla de Marcos paz y entre los vinos de la carta apareció un Aberdeen Angus Cabernet Sauvignon de añada reciente.
A bailarina la conocí en el año 1998, formábamos parte de un grupo que representaba temas de Coltrane, con una mirada artística diferente. El grupo se dividía en músicos y bailarines. Mientras la banda sonaba, el grupo de baile improvisaba coreografías sobre temas tan fuertes como Moment’s notice, Blue train, Lazy Bird, etc..

La banda era una locura, dos saxos, piano, guitarra, batería y yo en el contrabajo, el grupo de danza estaba conformado por 2 hombres, dos mujeres y bailarina.
Yo, estaba profundamente enamorado de ella, tenía un metejón de aquellos, me parecía la mujer más hermosa que mis ojos alguna vez habían visto. Pero como suele suceder, bailarina solo sabía que existía detrás de un mueble de madera, con cuerdas, que le marcaba la tierra y el aire en sus coreografías.

Cinco meses estuvimos con ese grupo dando vueltas por todos lados, era una especie de teatro itinerante que copaba galpones y hacía puestas en escena, el repertorio variaba y como las coreografías eran improvisadas, cada función era pura adrenalina, esa dicotomía comunicacional que existía entre los músicos y los bailarines era algo que sumaba a la puesta en escena. Marchaba bien porque era algo novedoso y la gente nos seguía. En mi caso no me importaba mucho la taquilla, ni las luces, tampoco el reconocimiento de algún hippie que nos seguía, yo iba solo para ver bailar a bailarina. Sus cabellos rizados al viento, sus giros, sus brazos abrazando el aire, todo era una fiesta.

Pasaban las semanas y ella no me registraba, parecía que en su vida solo existía la danza, esa conexión con la música y su cuerpo. Luego de cuatro meses, en un función en San Telmo, yo casi de bronca en “My favourite things” comencé a marcar el ritmo con tresillos fuera de tiempo y allí la magia…..bailarina supo que existía, me miró, me dio su mejor sonrisa, y bailó como solo los ángeles pueden hacerlo.

Terminado el show, ella se acercó y empezó a hablarme de lo bien que la había pasado con esos minutos de improvisación. Terminamos cenando en un bodegón de Dock Sud ante mi insistencia y yo para tratar de impresionarla pedí un Aberdeen Angus Cabernet de aquellos tiempos. Debo decir que el vino era bien rústico, de esos cabernet tánicos y recios, que te llevan puestos, pero que con el asado suelen zafar.
Hablamos durante horas, pero no se pudo replicar la magia que había sucedido aquel día en el escenario. Bailarina jugaba en otra liga, definitivamente yo no entraba en ese círculo de sus necesidades, tampoco daba el standart mínimo de su aceptación.
Seguimos tocando un mes mas y el grupo se disolvió, cada uno buscó su camino, nunca mas supe de ellos, ni de músicos, ni de bailarines.
Tampoco supe mas de ese Aberdeen Angus CS, hasta hace poco, pero sí, me dí cuenta que las cosas no cambian demasiado.

Solo me quedó la certeza que el vino sigue siendo lo que era en su momento.

Y un interrogante.


Que será de la vida de bailarina?

lunes, 24 de abril de 2017

Todo por un puto vino.

“Ciego a las culpas, el destino puede ser despiadado a las mínimas distracciones”
Jorge Luis Borges, El Sur, Adrogué 1953.

Era una de esas noches sin luna, cerrada y plomiza, solo la luz de la fogata que nos tenia de testigos iluminaba nuestra humanidad.
Luego del incidente, Eloy tomó su hacha y la arrojó con bravura hacia Benítez. Con tanta fortuna que le dio en el pecho con el contrafilo. Benítez volvió a caer y esta vez ya no se levantó. 
Entre los 4 lo subimos al tordillo, abrimos la tranquera y dejamos que el noble animal, deje a su jinete donde siempre.

A principios de la década del 2000, íbamos con un grupo de amigos a cazar perdices a Ranchos, siempre recalábamos en casa de Eloy Iribarren, un vasco amigo de la familia, que tenía una chacra de 8 hectáreas pero que mas no sea por indolencia o por vejez, eran tierras improductivas. No tenia sembrados, ni animales, solo un galgo negro, de nombre Indio, que según Don Eloy, él mismo se encargaba de procurarse su comida.

Para la época de caza, nosotros parábamos en la tapera de al lado  de su casa, que databa del año 1920, la había construido el padre de Eloy y servía de refugio a invitados, en su época supo ser una especie de pulpería, kilombo y ramos generales.
Ir a cazar en aquellos años era volver a un estado primitivo. Sin luz eléctrica, sin agua corriente, el baño era una letrina situada a 50 metros de la tapera, cocinar a leña o en el horno de barro, todo para nosotros parecía tener un esfuerzo extra. Y cada vez que uno pisaba aquellos campos, eso se sentía de una manera monolítica. Era algo así como: “estás tú y el campo, esto es lo que hay, a arreglárselas.”

Cada vez que íbamos llevábamos las mismas provisiones: combustible, 2 kilos de galleta, algún corte de carne, dos damajuanas de vino y 4 botellas de vino fino, por lo general era Rincón Famoso de López o Bianchi lacrado, porque de esos siempre había en la proveeduría de Brandsen.
Eloy nos recibía como verdaderos amigos, por supuesto que no tenía teléfono, pero él sabía que a partir del 1° de mayo nosotros en cualquier momento le caíamos y él nos estaba esperando. A nuestra llegada siempre repetía la misma frase “Que alegría muchachos, tanto tiempo, no saben la cantidad de perdices que hay este año”.  Este vasco viejo subsistía en la llanura, gracias a una paupérrima jubilación y a sus oficios de hachero, árbol que caía cerca, árbol que era leña de Don Eloy. Tenía casi 80 años y vivía solo, viudo y con un par de hijos grandes, solo el indio acompañaba sus días y sus noches. Así y todo era un hombre fuerte y se lo veía muy saludable, de pocas palabras y sonrisas breves.

Nosotros siempre éramos 3, Eloy y algún gaucho amigo que siempre aparecía y  se quedaba a la cena. Por lo general comíamos alguna carne asada a las brasas, se bebía solamente vino tinto y la tertulia duraba hasta bien entrada la noche, se cantaba y se recitaban versos criollos cuando el vino desinhibía a los comensales. Se comía a la intemperie rodeando el fogón y a la vieja usanza, un vaso, una galleta y un cuchillo era todo lo necesario, de las sobras se encargaban los perros, los vasos se enjuagaban en la bomba y el cuchillo usualmente se limpiaba con la lengua o un resto de pan que luego se daba a los animales.

Entre esos gauchos amigos que aparecían alternados de tanto en tanto, había uno que no era el típico paisano hospitalario. Era un chino medio retacón, que andaba siempre trajeado de gaucho y arriba de un hermoso tordillo bien aperado. Daba la sensación que a este tal Benítez,  le gustaba exagerar su condición de criollo, se notaba en él un aire altanero y burlón, sobre todo para con los citadinos. Era encargado en una estancia grande a unas 2 leguas de la tapera, según contaban los vecinos, este hombre se pasaba de copas muy seguido y el tordillo a modo de GPS viviente lo llevaba dormido hasta la tranquera de la estancia.

Lo cierto es que a ninguno nos caía en gracia, pero por respeto a Eloy le aguantamos más de un comentario desubicado. Después del tercer vaso de vino se ponía denso y en tono provocador por cualquier cosa, medio en joda, medio enserio, pero generalmente se tornaba insoportable. Se había cruzado con mi amigo el chancho Suarez, por una discusión sin importancia, esas de borrachos de medianoche que recitan versos y la juegan de poeta, no sé si fue por alguna estrofa del Martin Fierro o un poema de Güiraldes, la cuestión es que ya se tenían pica y reunión tras reunión la enemistad iba creciendo.

En los asados nocturnos era fija que arrancábamos tomando los finos y si se terminaba, Eloy se encargaba de ir hasta la casa y rellenar las botellas con el vino de damajuana que siempre llevábamos. El vasco decía que para comer había que tomar buen vino, que el resto era vicio y sed y que eso se calmaba con cualquier cosa parecida al vino.

Una de esas noches, estando Benítez presente se terminó el Rincón Famoso y como siempre Eloy se fue adentro y rellenó la botella con el de damajuana, entre nosotros era algo usual y todos nos dábamos cuenta cuando eso sucedía, era como que la reunión entraba en otro estadío, ahora era vicio, solo por el escabio. El chino no sabía de esta costumbre y mientras Eloy llegaba con el falso Rincón Famoso, le dice:

-A ver, venga Don Eloy, eche un poco mas de ese buen vino.
Eloy le sirve sin mediar palabra y sin dar explicaciones del caso. Benítez le da un sorbo largo y exclama exagerando como siempre:
-Que buen vino este Rincón Famoso carajo.

Todos nos miramos cómplices y sonreímos, pero el chancho Suarez se largo a las carcajadas y en tono burlón dice:
-Si claro, Rincón Famoso. Mientras reía a carcajadas

Benítez se dio cuenta que había quedado en ridículo por bocón y en vez de tomárselo en broma, fue a increparlo a Suarez. Lo insultó de arriba abajo, exagerando su borrachera y sus ademanes. Suarez que era de pocas pulgas le metió un cachetazo a mano abierta en la jeta y lo sentó de culo. 
Una vez más el chino quedó en ridículo. 
Se hizo un silencio ensordecedor, el aire se puso espeso y yo sentí que algo muy malo iba a suceder. Es que esto no podía quedar así. Esto ya era grave. Muy grave.

Benítez se levantó del piso como pudo, se sacudió  solemnemente la ropa y ahí nomás sacó el facón invitándolo a pelear a Suarez. Nos quedamos perplejos. Nadie dijo nada, solo Eloy alzó la voz.

-Benítez, déjese de joder y guarde el cuchillo, el hombre está desarmado y si aquí hay alguien desacatado es usted.
Benítez lo miró con fuego en los ojos y respondió:
-Usted no se meta Eloy, a este pingo le voy a enseñar quien manda por estos lados, esta no se la lleva de arriba.

Eloy caminó sin prisa hasta la pila de leña a unos 20 metros, tomo su hacha y sin mediar palabra ni aviso previo, terminó con la contienda.

No volvimos a ver a Benítez nunca más, dicen que rumbeaba por otros pagos y que por suerte andaba bien de salud.

Luego del hecho, el chancho Suarez sentado al lado de la fogata repetía una y otra vez.


“Todo por un puto vino ¿a vos te parece?  Por un puto vino”

martes, 7 de febrero de 2017

Lobo suelto, cordero atado

Mas allá de las implicancias tácitas del título de esta entrada, con el álbum doble de 1993 de Patricio Rey y su redonditos de ricota, me gustaría ahondar en el pensamiento de la comunicación en el mundo del vino. 

Hay lobos y hay corderos? Quien es el bueno? Quien el malo? Quien es valiente o quien cobarde?
Por supuesto la respuesta políticamente correcta es: “No creo que se trate de lobos y corderos, ni que tampoco existan valientes y cobardes, lo importante es disfrutar y que el vino sea un canal de unión, bla, bla ,bla”

Escucho hablar y disertar sobre la comunicación, los blogs, los agentes de prensa, los justos, los mala leche, etc.. Pero también pienso en mi trabajo diario que en gran parte se trata de comprar productos para la industria y tratar con mas de 70 proveedores, en su mayoría metalúrgicas. Debo aclarar que no son nenes de pecho los metalúrgicos, por el contrario es uno de los gremios mas combativos y con mas ingerencia en la vida de cada ser humano. Si tienen alguna duda, piensen cuantas cosas que los rodean a diario están hechas de metal.

En mi trabajo y con lo que me gano la vida, debo cada día decirle a un empresario metalúrgico que alguno de sus productos no superan el estándar de calidad, si un fresado está mal hecho es comprobable para cualquiera que tenga un poquito de experiencia, si una rosca 5/32 whitworth está desfasada también es fácilmente comprobable. Y por mas que lloren y pataleen, la respuesta es siempre la misma, “está mal hecho, le erraste” “no podés soportar 1000 kilos con un bulón de 5 milímetros por mas noble que sea el material o por mas buena persona que sea el operario que fabricó la pieza”. Hasta el momento ninguno se ha enojado por decirles que le erraron en su trabajo, que lo que hicieron no está bien, por supuesto fundamentado. A lo sumo te ganas el mote de hincha pelotas.

Me gusta relacionar este pensamiento con el mundo del vino, porque también es una industria, aunque diferente pero industria al fin, el que crea que son artistas o gurús que se sientan en la montaña a recibir un designio místico de la naturaleza, naturalmente no está en sus cabales.

Existe mucho prurito por parte de los que comunican en el mundo del vino, a exponer falencias o errores, argumentando que sería una falta de respeto al trabajo de las personas que lo producen o que personalmente prefieren solo opinar de lo que les gusta, como si esto tuviera un valor diferencial.

Y NO ESTOY HABLANDO DE ESTILOS NI DE DISEÑOS. Pienso en blancos que solo tienen gusto a madera y nada más, algunos tintos que son tan ácidos o alcohólicos que no podés tomar mas de un sorbo. En botellas que cuestan 3 jornales de un operario promedio. En bodegas millonarias y finqueros fundidos, etc, etc, etc.. Hay mucho para pensar.

Pero mientras sigamos pensando que el que hace una crítica negativa sobre un vino, es un lobo estepario,  un mala leche a sueldo o un loquito que solo quiere destruir a un pobre y noble montañés, creo que vamos mal. No solo atañe a los que comunican, también entran en la bolsa los canales de venta, sea vinotecas, supermercados o almacenes especializados en bebidas, que por lo bajo te pueden llegar a decir que tal o cual vino no está bien pero casi nunca lo comunican a sus proveedores.

Lamentablemente poco ha cambiado, sigue faltando profesionalismo en la crítica, los blogs se escudan en su amateurismo, la prensa especializada no existe o no tiene credibilidad.

Pero lo que asusta no es eso, si no que como en un fascismo arcaico, solo se debe comunicar lo que nos produce placer o lo que nos gusta. Parece que lo demás no importa, no vaya a ser cosa que se ofenda tal o cual, seamos libres en tanto y en cuanto opinemos que todo está bien.


Mientras sigamos así, nada va a cambiar. 
Que viva la Pepa!!!

martes, 23 de agosto de 2016

Hasta el próximo tren Don Ludo, o hasta que se acabe el Borgoña

Cuando éramos jóvenes jugábamos a la pelota, jugar el futbol parecía algo mas serio. El futbol tenia reglas bastante estrictas, un referí, dos lineman, dos tiempos y un entretiempo, off side, etc.. Parecía complejo que un juego con la misma finalidad, fuera tan diferente, pero la mente se va acostumbrando y sabe hacer las diferencias del caso.

Nosotros jugábamos en potreros, mitad césped, mitad tierra. A veces con arcos pero nunca con red, los límites del campo de juego eran casi imaginarios, por supuesto no existía el off side ni el referato. Pero en aquellos años y gracias al cabezón Hernández, dimos con una cancha que nos seducía a todos.

Estaba en Adrogué, contra las vías, del lado oeste, entre la barrera de Nother y la de San Martín. Era un predio en que los bancarios jugaban una liga cada 15 días pero como el cuidador era conocido del padre de Hernández, nos dejaba jugar cada tanto. El lugar era medio picante, pero la cancha era una locura, tenía las medidas reglamentarias, toda de césped y delimitada con cal como las profesionales, arcos pintados y con red. Ahí jugábamos con botines con tapones, era casi un lujo en aquellos años y hasta una aventura.

El cuidador era un tal Ludomir Anselmo Fonseca, un caboverdiano que hablaba mas en portugués que en castellano. Había jugado en San Lorenzo hasta la tercera y su carrera fue truncada por una rotura de meniscos que le propinó el legendario arquero de River, José “perico” Pérez en una salida desafortunada. Fue el primer tipo negro que vi en mi vida y la primera persona capaz de tomar 3 botellas de vino en una hora y media.

Don Ludo, era una gran persona, amable, respetuoso, apasionado del futbol, siempre con algún consejo enriquecedor, nos gustaba escuchar sus historias de futbolista frustrado, de su Cabo Verde natal, de la pobreza en los conventillos de la Boca y de sus desamores. Era un ser de luz, esos tipos buenazos que por lo general no tienen suerte. 

En aquella cancha nos sentíamos mas cerca de ser futbolistas que de meros jugadores de pelota, para nosotros era como jugar en el monumental o en la bombonera, aquel campo tenía cuidados a los que no estábamos acostumbrados y nos sentíamos realmente privilegiados. Y Ludomir siempre nos recordaba "Jueguen bien muchachos, las vias del Roca los están mirando". Esto viene a cuento que el futbol argentino y el Roca tienen mucho en común, gran parte de la historia se hizo a largo de esas vias.

El trato era claro, jugábamos 5 trenes. Como la cancha estaba contra las vías y el roca que iba hacia Burzaco pasaba cada 14 minutos, el tipo decía que al quinto tren se terminaba el partido. Nosotros en modo de agradecimiento cada vez que íbamos le llevábamos 2 botellas de Bianchi borgoña, era el vino que a Ludomir le gustaba. Parecía casi un ritual que cuando empezábamos a jugar don Ludo se sentaba al costado de la cancha con su silla, su vaso y su botella de borgoña a mirar el partido, mientras daba indicaciones a los dos equipos y a la vez oficiaba de árbitro en jugadas dudosas. Le gustaba el futbol con locura pero también el vino. Fuimos con el tiempo observando que en esos 70  minutos se terminaba las 2 botellas que le llevábamos.

Un día el gallego Sánchez propuso de llevar 3 botellas para estirar el encuentro y como reconocimiento al gran favor que Ludomir nos hacía. Y así lo hicimos.
La próxima vez que fuimos a jugar, el partido estaba cerrado y empatado, ya había pasado el quinto tren, pero algunos empezamos a decirle “hasta el próximo tren Don Ludo” y Don Ludo descorchando la tercer botella,  respondió “Está bien, jueguen hasta que se acabe el borgoña”.


martes, 13 de octubre de 2015

Tacuil, un viaje de ida

Hace ya mas de tres años escribí ESTO y la verdad que no he cambiado de parecer. Los vinos de Tacuil son únicos e irrepetibles. Los conozco desde hace mas de una década y desde el primer instante, sentí que estaba ante algo diferente, esta bodega en aquellos tiempos hacia cosas que se contradecían con el mainstream. Si bien sus vinos eran muy maduros y cargados, les sobraba alcohol pero les faltaba esa divina y sacra barrica que todos añoraban por aquellos años.

Me costaba un poco entender porque esos vinos no tenían sabor a vainilla o café, parecía un descuido del enólogo que pecaba de inocente. Resulta que el inocente era yo, Don Dávalos tenía muy claro lo que quería para sus vinos y pude descubrir su filosofía de la mano de Pancho Morelli Rubio, en una degustación que me hizo creyente de los vinos de Tacuil.


Desde aquel día me dije que en algún momento debía recalar en Molinos para comprobar si era tan así como Pancho decía que se hacían los vinos.

En mayo pasado pude constatarlo. Gracias a mis amigos tucumanos que movieron un par de hilos, logramos acceder a la finca donde se encuentra la bodega. El mismo hijo de Don Dávalos, Raúl Yeyé Dávalos y Daniel Ibarguren (agrónomo de Altupalka), nos vinieron a buscar a Cafayate para emprender el largo viaje de mas de tres horas hasta Molinos.

El viaje en si mismo vale la pena, la cruda belleza del noroeste argentino, se deja ver sin tapujos por estos lares. Lugares que parecen perpetuados en el tiempo, donde no hay por momentos red celular ni electricidad, tan solo montañas, cabras, cardones y alguna tapera humeante en el horizonte. Belleza en su expresión mas natural y auténtica, ya que la  mano del hombre poco la ha modificado.
Después de algunas horas de viaje por el árido desierto llegamos a Tacuil y fue como llegar a un oasis. Rodeado por un cordón montañoso uno constata que se trata de un microclima, ya que se ve todo verde, el paisaje cambia, hay árboles, sembrados, viñas, rastros de humanidad.

Lo primero que se me vino a la mente fue, “Que carajo hacen estos tipos acá?” “Si a mi me regalan la tierra, la vid, la mano de obra y la bodega, ni borracho hago vino en un lugar tan inhóspito”
Llegamos y recorrimos fincas, visita a la bodega y luego a charlar con Yeyé y con Daniel. Probar todos los vinos de Tacuil y Altupalka y seguir de charla. Constatar que no hay electricidad, ni equipo de frio, tampoco hay sala de barricas ni laboratorio.

El año pasado el gran Guti no puntuó muy bien los vinos de Tacuil. Este año le tiró un montón de puntos y no creo que sea casualidad,  los vinos que de allí salen poco cambian año a año. Tal vez tenga que ver que Luis Gutierrez este año pudo visitar la bodega y seguramente el entorno le transmitió otras cosas.
Mi independencia de criterio también reside en poder ver que hay sitios que tienen cierta magia y la cualidad de atravesarnos, seas un crítico de clase mundial o un cuatrocopista como yo.

Así como pensaba, Tacuil es un lugar único e irrepetible, de una altura extrema, con un clima extremo y con hombres y mujeres que tienen un temple especial, una cualidad que a uno lo hace sentir un ser inferior. Cuando me quejo por el tránsito de la ciudad o los baches que Scioli nos ha regalado, pienso 20 segundos en Molinos y se me pasa un poco, mis traspiés diarios parecen una estupidez al lado de las dificultades que los pobladores de esa zona viven día a día.

De los vinos que allí se dan, poco uno puede decir, a mi me encantan y los sigo eligiendo desde hace mucho. En pocas palabras, quien soy yo para decirle a esos tipos lo que de estaría mas a mi gusto, si ni siquiera soy capaz de correr 100 metros en esa altura.

Lo único que puedo decir de los vinos de Tacuil y de Altupalka es que son vinos diferentes, vinos que pueden encantar o decepcionar, pero de una gran calidad y con un sello único e irrepetible. El mejor elogio que puedo hacerles es que siempre están en mi cava.

Gracias a Daniel, Yeyé, Silvio, Leandro, Julio y Elena por haberme dejado compartir una experiencia que jamás olvidaré.


Salud y larga vida a los vinos de Molinos!!!

jueves, 8 de octubre de 2015

Resero Blanco Sanjuanino, el vino que mató a Mamaía

Mamúa: Estado de intoxicación producido por la ingesta de alcohol, que provoca una alteración de la conciencia y de las facultades mentales y físicas.
Ámbito: Argentina, Uruguay
Uso: Vulgar
Sinónimos: ebriedad, borrachera.

Entre los 11 y los 15 años fui asiduo concurrente del campito de Nicolussi. Así llamábamos en aquellos tiempos un terreno baldío que comprendía aproximadamente  1750 m2, sobre la
calle Cerrito, entre Campos y Brito. No sé a ciencia cierta los orígenes de este descampado, lo que si sé, es que ahí se juntaban pibes y adultos de 2 km a la redonda, tan solo para jugar al fútbol.

Era el potrero soñado por cualquier pibe del mundo. Verde césped, llano y sin pozos. Allí no molestaba la policía, ni los vecinos, ni nadie. Era tierra de pibes y de fútbol.
Un grupo de adultos había armado una cancha de 11 y como todavía quedaba mucho terreno, los chicos improvisamos una cancha de 8 y dos de 5. El campito reunía de lunes a viernes a pibes de varios colegios cercanos. Yo iba al colegio de curas a unas 5 cuadras, pero enfrente estaba la 73, a siete cuadras la 30 y a unas quince la 45, esas son algunas que recuerdo pero seguramente había más.

Esta semana pude enterarme de los detalles de una historia que viví en aquel campito y que equívocamente había mal entendido.

En aquellos años de mi infancia y pre adolescencia, los pibes teníamos potreros a montones, nuestra única preocupación era el clima y la cantidad de horas que podríamos jugar a la pelota. Una vez a la semana nos tocaba ir a Nicolussi. Ese potrero era algo especial. Allí no jugaba cualquiera, había que tener una cierta calificación para que te elijan en el pan y queso. Todas las tardes se llenaba de pibes pero pocos eran los que jugaban en la mejor canchita. Con los años entendí que yo fui uno de los elegidos, a mí siempre me elegían, no en el primer escalafón, pero si después de Cartucho, el Hacha Castro y Tirifilo. Ahí me conocían como el Rusito y cada vez que iba jugaba en la cancha central.

Todos los días luego de empezado el partido aparecía el negro Mamaía y se metía a jugar de prepo, así de guapo echaba al que peor jugaba o al que no le caía en gracia.
Mamaía (deformación gentilicia de mamúa) era mucho mas grande de edad que nosotros, trabajaba en la textil de Levalle, cuando salía pasaba de camino a su casa y siempre se quedaba a jugar. Nadie le decía que no, el negro era crack y muy denso. Era un indio grandote, de ojos saltones inyectados en sangre, cara ancha y boca grande, cabezón y de pelo largo y pajoso. Nunca supe su nombre hasta hace poco, pero jamás olvidaré los interminables picados que compartimos en aquellos años.

Mamaía había jugado en Lanús, en Temperley y en Banfield. Decía que de Lanús se fue porque el colectivo 239 tardaba mucho y por la misma razón no fue mas a Temperley, aducía que el 278 daba mucha vueltas. Terminó recalando en Banfield porque le quedaba cerca y podía ir caminando. La cuestión que no siguió porque le resultaba aburrido ir a entrenar y cada tanto tiraba que eran todos troncos.
Es de los pocos tipos que vi en mi vida que pueden tirar un caño de ida y vuelta y salir gambeteando como si nada.  En todos los picados que pude jugar con él, nunca vi que le sacaran la pelota. El negro jugaba los torneos de sábado y domingo con los grandes y en esa época se decía que hacía 3 años que no perdía una pelota en el mediocampo.

Mamaía jugaba de cinco o de centro has (centre half), pero en realidad jugaba de todo, defendía y atacaba de la misma manera y nunca, pero nunca, perdía una pelota. Si bien no era de hacer muchos goles, cuando llegaba con pelota dominada cerca del area, no erraba, la ibas a buscar al fondo de la red y la llevabas al medio para sacar. Jugó un montón de tiempo con nosotros y creamos cierto vínculo, de hecho íbamos a verlo jugar los sábados o los domingos. El negro era todo un espectáculo en sí mismo. Vago, canchero, dotado, dueño de un talento único. Casi que no corría, jugaba al futbol como a él le gustaba y marcaba siempre la diferencia. Era de esos tipos que habían dominado al futbol y no el futbol a él.

Mamaía tenía siempre aliento a vino, en su bolso marrón de cuero, siempre había una botella de Resero blanco sanjuanino. Entre jugada y jugada, se hacía una escapada hasta el arco y le daba un par de sorbos al vino, así, del pico, era un indio el tipo. Una vez que terminaba el picado se sentaba al lado del arco y se bajada de un solo sorbo lo mucho o poco que quedaba en la botella.

Un día como tantos mientras jugábamos, el negro hizo una jugada de antología, arrancó de media cancha en sector izquierdo con un caño al 4 contrario, empezó a gambetear en diagonal y metió un pique diabólico hasta la medialuna, frenó, enganchó y salió para la izquierda para frenar y perfilarse de derecha al arco y sacar un derechazo con mucha rosca que se clavó en el segundo palo del arquero. Golazo. Pero Mamaía había quedado tendido en el césped a la altura del punto penal. Varios se acercaron y el tipo no respondía. El turco fue a lo de doña Bebinda a buscar agua pero ni así reaccionaba. Tratamos por todos los medios de reanimarlo pero nada. No sé cómo ni en que momento, alguien fue a buscar una ambulancia y en unos 45 minutos cayó una Ford ranchero con cabina, de color blanca y con una licuadora encima. Se lo llevaron muerto.

El impacto fue terrible, todos le echábamos la culpa al vino. El Resero lo había matado. En nuestra mente quedó que el futbol y el vino no son buenos amigos, sin embargo este tipo solo jugaba cuando estaba pasado de copas.

Hace unos días y por cuestiones laborales el negro Mamaía volvió a mi mente. Me encontré con un familiar suyo y luego de rememorar anécdotas de la infancia,  me contó que Alberto era cardiaco de nacimiento, que en realidad tenía prohibido jugar al futbol y que correr mas de una cuadra era peligroso para su salud. Nunca le hizo caso, parecía que su vida fue parte de una elección.
Me quedé pensando que si Alberto se hubiese cuidado, sin fútbol, sin vino, al calor de una estufa y en la seguridad de las penumbras de su casa de Banfield, tal vez hoy estaría vivo.

Prefiero y celebro creer, que él eligió vivir así su vida, morir en un potrero en la llanura desaforada con el sol dándole en la jeta, con aliento a vino y metiendo un gol de antología para los pibes.


En memoria de Alberto “Mamaía” Torres, QEPD crack.

martes, 29 de septiembre de 2015

Barrilete, una historia de pibes...o de otra cosa

Aquellos como yo, que tenemos torpes ínfulas de escritor de pacotilla, solemos escribir y guardar, escribir y quemar, escribir y mandar sin remedio a la bendita papelera de reciclaje. Algunos textos tienen la capacidad de superarnos y adueñarse de nuestra voluntad, no por su calidad literaria, si no por la emoción que nos ha causado al momento de escribir.
Entre tanto .doc perdido en un disco rígido viejo y a punto de perecer, he rescatado algunos textos que si bien no me enorgullecen, si me siguen latiendo.
Barrilete ha cumplido ya mas de una década y antes que se pierda en alguno de esos cambios tecnológicos de los que uno no sabe medir, quiero guardarlo en el blog, a título íntimo.
Los hechos y los personajes son ficticios y cualquier similitud que encuentren en este texto con amores perdidos o vinos desarraigados, es mera coincidencia.
Queda a discreción del señor lector.
Salud.

BARRILETE

"Corría el año 1980 y ya llegaban los primeros fríos que presagiaban el comienzo del otoño. Volvían la humedad, la hojarasca, el viento, y con él los barriletes, que en ese año en particular, abarrotaban el cielo de la tarde como fascinantes astros de papel, y digo que son como astros por la perplejidad que nos acomete al remontarlos, no es demasiado divertido lograr que suban, pero cuando están arriba en el cielo, no podemos sacarle los ojos de encima, y cada movimiento que efectúan lo seguimos con atenta mirada.

Por supuesto que había competencia ; cual era el mas lindo o quien tenía mas metros de piola, o quien se lo había hecho solo, la cuestión es que pasábamos horas en los techos de las casas o en algún baldío cercano remontando estos artefactos de baja tecnología, pero que tanto nos entretenían. Así fue que yo hice el mío ese año. Ya había hecho otros, pero este año quería hacer uno especial, y elegí la estrella de ocho puntas. 

Me dispuse a conseguir las cañas de tacuara, cosa que era fácil ya que en cualquier terreno cercano se podían encontrar, el papel afiche, que compre en la librería de al lado de la escuela con plata que me dio mi abuelo para mi cumpleaños, el hilo para el bastidor, y por último los trapos que hacen la cola. Los trapos son importantes, y eso lo descubrí el año anterior, cuando mi barrilete rombo se había ido de un lado para el otro por el poco peso de la cola, así que este año conseguí unas puntas de rollo de tela de jean, que un vecino  traía de la textil en la que trabajaba y me  regalaba .Tenía metros de esa tela y parecía perfecta para tal propósito. 

Con todos los materiales listos, comencé esa misma tarde. Preparé el engrudo, y me fui al galponcito del fondo a comenzar mi obra .Una vez que tenía las cañas cortadas y mis manos habían sufrido ya un par de tajos por el filo que toman estas varillas cuando uno las abre en cuatro, lo demás fue fácil, corté el papel, lo pegué, armé el bastidor y luego lo forré, lo dejé toda la noche para que se seque el engrudo, y al otro día le coloque los tiros y la famosa cola, que medía mas de tres metros. Desde el verano venía juntando hilo; hilo de ese que usan para atar las pizzas, así que cada vecino y pariente había sido un contribuyente mas para el gran ovillo que estaba armando, además compré con lo que me había sobrado del papel afiche, dos rollos enteros del mismo tipo de hilo, era la primera vez que tenía tanto y eso que  para ese entonces me parecía un gasto enorme comprar tantas cosas para fabricar  un barrilete. Pensar que el año pasado no había gastado nada, ya que todos los materiales eran gratis: el papel era de diario, las cañas siempre fueron gratis, y el hilo también lo había juntado, pero este año era diferente, quería algo profesional, y parecía que el gasto valía la pena. 

Quedó terminado al atardecer, pero como a esa hora no se remonta, decidí agregarle unos flecos a todo el contorno de la estrella, cosa que le daba un aire elegante y yo estaba seguro, aunque ningún precepto aeronáutico lo estableciera, que estos flecos de papel ayudarían a que volara mejor.
Estaba hermoso y perfecto, era blanco y rojo, dividido en cuatro partes que se unían en el centro formando un cuadrado, la cola color azul y los flecos completaban la obra de arte que había pergeniado en mi mente. Lo colgué contra una pared del galpón y me quede ahí observándolo largo rato, hasta que mi mamá me llamó para comer, apagué la luz y cerré la puerta, y me fui pensando que estaba muy lindo, pero que al día siguiente debía probarlo, ya que en la cancha se ven los pingos, y si no volaba bien, mis esfuerzos por la estética me podían jugar en contra ante la barra de pibes que iban al campito de Ituzaingo, imaginate llegar con semejante barrilete, y que no levante, sería el hazmerreír de todos, y no podría volver sin que se burlaran de mi, así que debía probarlo en el techo de casa, así, si no remontaba, tendría tiempo para arreglarlo y después si, pavonearme con los pibes.

Casi no pude dormir esa noche, era viernes y al otro día no había escuela, así que a primera hora podía empezar a probar mi estrella .Me dormí tarde pensando si mañana habría viento suficiente para que levantara rápido y  no tener que andar corriendo por el techo de casa. 
Me desperté temprano y ni siquiera me peiné ni me lave la cara, desayuné rápido y me ligué unos cuantos rezongos de mi mamá, pero no me importo , fui derecho a buscar mi barrilete y subí al techo de casa para probarlo. El día estaba bastante ventoso y nublado, el viento soplaba del noreste, así que me puse de espaldas al viento, acomodé los últimos detalles y lo largué, corrí apenas dos metros y empecé a darle comba y a soltarle hilo, mas comba y mas hilo, y comenzó  a subir y a subir, le soltaba bastante hilo y caía un poco, pero le daba comba y subía enseguida, que estabilidad que tenía ese barrilete!!!, no se iba de lado, ni cabeceaba, era perfecto, creí haber logrado la excelencia en aerodinámia de cometas. Lo deje subir hasta la mitad el ovillo y ahí lo dejé, me senté en el techo de casa y así me quedé por horas, solo mirándolo y observando su comportamiento, no hizo falta que lo toque en todo ese tiempo, él estaba ahí, soberano en el cielo nublado, parecía un astro rojiblanco, era en realidad imponente ver que ni se movía, y que cuando el viento lograba desplazarlo, él solito se acomodaba para permanecer gallardo ante su embate. Decidí bajarlo y guardarlo, ya había superado la prueba de vuelo, y no quería que los pibes del barrio lo vieran antes de tiempo, así que me bajé del techo y como ya casi era hora de comer, me fui para adentro a contarle a mi hermano de mi perfecto barrilete. 

A mi hermano mucho no le gustaba ya remontarlos, le parecían aburridos para su edad, yo tenía 10 y el 12 años, pero a esa edad 2 años parecen una generación, así que me escucho casi por compromiso y se aguantó mi euforia solo para pedirme que jugara un arco a arco en la calle mientras mamá terminaba la comida, acepté y salimos y jugamos como todos los días, pero en mi mente estaba el campito de Ituzaingo, donde a la tarde se juntaban todos y yo iba a estar ahí; nos llamaron a comer y entramos enseguida, comí rápido, ayudé a levantar la mesa y a secar los platos y le comenté a mamá que me iba al campito con el barrilete, ella me miró con resignación y me dijo que tuviera cuidado con los autos. Entendí su respuesta como un permiso tácito. 
Hice tiempo un rato y cuando se hicieron las tres de la tarde, agarré mi barrilete y me fui para el campito solo, cuando llegué ya había gente conocida remontando, el viento había incrementado bastante, así que los barriletes flameaban en el cielo con mucha inestabilidad y peligro. Mientras me preparaba para hacerlo subir se cayeron dos rombos y había un pibe con una estrella parecida a la mía  que no quería subir y se caía a cada intento. Ya estaba listo y lo largué, corrí un par de metros y empezó a subir, subía y subía, tranquilo y manso, y mientras los demás se movían de un lado a otro, mi estrella estaba serena, imperturbable, parecía que estaba clavada en el firmamento de la tarde gris. Los pibes que estaban ahí y los que iban llegando no podían creerlo, señalaban mi barrilete y se comentaban cosas que yo no podía escuchar, pero que imaginaba.  Concentrado en mi tarea ni los miraba, alguno pasó y me palmeó la espalda felicitándome, y algunos no me miraban tampoco, pero si miraban a mi barrilete, con envidia y fascinación. Llegó el momento de irme y recibí saludos y felicitaciones de casi todos los que estaban ahí, volví a casa contento por la victoria obtenida esa tarde, para mi era una victoria, y me dije a mi mismo que no volvería mas allí, que prefería disfrutarlo solo en casa, y que si querían verlo, lo harían en el cielo todas las tardes. 

Y así fue, cada tarde después que comía y hacía los deberes de la escuela, me iba al techo y realizaba el diario ritual de remontar mi barrilete durante horas. Y lo disfrutaba mucho, es que era perfecto ese cometa, no solo en la belleza exterior, sino en su comportamiento, tan suave y tranquilo, tan confiable y sereno. Me animé a ponerle un segundo tiro y un doble hilo, así que hacía con él lo que quería, lo llevaba de un lado a otro a voluntad y ni el viento mas fuerte podía voltearlo, parecía invulnerable, casi sagrado. Así pasé semanas haciendo lo mismo. Cada tarde, el cielo se adornaba de muchos barriletes, pero el mío resaltaba entre todos y yo me sentía en la gloria, él era mi estandarte y mi orgullo, y ya se hablaba en el barrio de esa estrella de ocho puntas roja y blanca. 

Seguí todo el otoño y principios del invierno con la misma rutina, solo los días de lluvia me privaban del placer de remontarlo, cada día era una fiesta para mi y un gozo. Pero una tarde de invierno sucedió lo inesperado. No había mucho viento y mi barrilete estaba ahí como siempre, sereno y tranquilo, estuvimos toda la tarde juntos porque había sol y no hacía tanto frío, comencé a bajarlo y en ese momento se corto el hilo, no podía creerlo, se había cortado, miré y reconocí el clásico movimiento que hacen los cometas sin hilo, empezó a caer despacio y suavemente, el viento lo llevo unas cuantas cuadras, y lo perdí de vista, recogí el hilo  en el ovillo y comencé a desesperarme, no sabía que hacer, salí corriendo a buscar la bici y sin avisarle a nadie empecé a buscarlo hacía donde lo había visto caer, recorrí cuadras sin ningún orden, y después de media hora lo vi, estaba colgado en los cables de media tensión, enganchado de la larga cola y cabeza para abajo. Me pregunté como haría para recuperarlo. 
Volví a casa y le comente a mi hermano, le pedí que me ayudara a bajarlo; debe haber visto a la desesperación misma en mi cara, ya que sin dudarlo me dijo que no me preocupara que mañana lo bajábamos como fuera. No pude dejar de pensar en él hasta que me fui a dormir, y una vez  en la cama, pensé como haría para bajarlo, me dio miedo también de que alguien quisiera apoderarse de él, ya lo conocían y sabían lo bien que estaba hecho. 
Llovió toda la noche, y me desperté varias veces con los truenos y cada vez, pensé en él y si podría resistir la tormenta. Me levanté temprano y todavía lloviznaba, pero igual fui a verlo, el papel estaba despedazado y descolorido, pero pensé que no era lo mas importante, todavía podía recuperarlo, solo tenía que volver a forrarlo. Volví a casa y cuando mi hermano se despertó, le pedí que me acompañara, y aunque no le gustó mucho la idea, lo hizo. Fuimos a lo de mi abuelo a buscar una caña larga, que tenía para sacar las naranjas mas altas del árbol que había en el fondo, llegamos e intentamos bajarlo, pero no podíamos. Primero intentó mi hermano y después yo, solo logramos romperlo un poco mas, igualmente estaba decidido a bajarlo como fuera, y seguimos intentando, con cuidado, tratando de no romperlo aun mas, y parecía que cada intento destrozaba mas a mi querida estrella. Seguimos hasta que se nos acabaron las ideas y hasta que la tarde se convirtió en noche, mi hermano miraba con resignación la inutilidad de mis esfuerzos, me dijo que mamá ya estaría preocupada y que si no queríamos ligarnos un par de semanas sin salir a la calle, que volviéramos y que mañana sería otro día, que volveríamos a intentar. Yo no podía rendirme, pero le hice caso y volvimos, mi madre estaba preparando la cena, y mientras comía pensaba en mi barrilete y en como recuperarlo, y se me agotaban las ideas. 

Al otro día volvimos después del mediodía, y ya no estaba, algo o alguien se lo había llevado, pudo ser el viento, o pudo ser alguien que  lo envidiaba, lo cierto es que solo un retazo de la cola quedó enganchado en los cables. Me pregunté quien lo tendría o donde habría ido a parar, pero sobre todo me dí cuenta en ese momento, que lo había perdido para siempre. Sentí un pena terrible, porque supe que nunca mas volvería a tener uno como ese, era especial y único para mi, y no era por el trabajo ni por el dinero que había gastado en él, era por lo mágico que fue nuestro tiempo juntos. No me lamenté, ni lloré, solo miré a mi hermano y empecé a caminar para casa, él me puso el brazo en el hombro y volvimos juntos, y no hablamos mas del tema, solo dije que no volvería a remontar barriletes, que ese sería el último... No fue cierto, seguí remontando barriletes unos cuantos años mas, pero nunca fue igual a ese año.


Han pasado los años, y los otoños, la hojarasca sigue tapizando las veredas del barrio, y aunque ya casi nadie remonta barriletes, las tardes grises y húmedas, todavía  evocan a mi estrella, esa de ocho puntas, roja y blanca, con flecos y con cola larga..."

martes, 22 de septiembre de 2015

Chacra Cincuenta y Cinco 2014 Pinot Noir. Ahora si Piero, ahora si

La receta parece ser muy sencilla. Tener muchos millones para dilapidar,  hacerse de muchas hectáreas de viñas añosas de alta calidad en un paraje único e irrepetible del planeta, contratar a los mejores ingenieros agrónomos, a los enólogos rockstar mas renombrados, sumarle flying winemakers de primera línea, marketing, garketing, dumping y todo lo que se te ocurra. Si tienes la chequera de Dios, todo es posible o eso pareciera.

Pero no, resulta que hay cosas que no se pueden. Ni con todo eso uno podría jugar a la pelota como Riquelme o como Messi. Hay cosas que son fortuitas y también por qué no, hijas de un entendimiento que pocos llegan a tener.

Pero hacer un vino, resulta algo seductor, de ello dan cuenta decenas de rockstar, empresarios, directores de cine, personajes de la realeza, plebeyos antisociales, actores holybudences, deportistas, garcas profesionales, etc.. Parece fácil, pero no lo es.

De ello da cuenta también, el personaje del que me quiero ocupar hoy día.

Piero Incisa della Rocchetta, es descendiente de una de las familias mas poderosas y prestigiosas de Europa. Una familia ligada a todo lo que se te ocurra, desde Sumos Pontífices hasta generales romanos o porque no, desde la fontana di Trevi a Sassicaia.
Gracias a  Hans Vinding-Diers y su esposa Noemí Marone de Cinzano, Piero se entusiasmó con un pinot que le dieron de probar, en el que Hans asesoraba a los Canale. Y quien no, en esos años algunos pinots de Canale eran de la puta madre y valían nada.
Vaya a saber si por la herencia de su abuelo criador de caballos, creador del mítico Sassicaia y amante de los grandes pinots borgoñeses, a Piero le vino la idea de hacer el mejor pinot del mundo, en un paraje recóndito y único de la tierra luego de probar aquella maravilla. No lo culpo, si yo pudiera, también me iría a Jesi para hacer el mejor Verdicchio dei Castelli que mi Nonno Fiore tanto adoraba.

La historia es larga y se puede buscar por internet, pero en resumidas cuentas, este señor se compró unas buenas viñas añosas del año 1932 y luego sumo otras del año 1955 y siguió plantando pinot y merlot. Los resultados eran óptimos, pero no llegaban a complacer a todos. Es complicado hacer pinot, es mas complicado hacer pinot en Sudamérica, es aún mas complicado hacer pinot en Argentina y competir con Malbec. El argentino no toma pinot y tampoco paga caro una botella de esta cepa. El cuadro se complica y hay que salir a venderlo afuera y competir con los gran cru, los 1er cru, los americanos, los neocelandes, etc..

En este proceso de casi una década, Piero logró hacer pinots de primera calidad, caros y que no terminaban de convencer, ni a los puristas, ni a los pinoteros nuevo mundo.
En algún punto sentí que se le había dañado la brújula, como por ejemplo en el Chacra 32 cosecha 2011. No podía entender como, después de filosofar con las mejores vides del mundo, el paraje mas recóndito y único de la tierra, la biodinamia, la luna, el sol, los micro organismos, las levaduras indígenas, el día raíz y la mar en coche…se te había pasado de madera y el pinot mas caro y exclusivo de Argentina, tenia gusto a barrica nueva. Mi decepción fue sórdida, me puse por 5 minutos en la piel de Piero y pensé, si a mí me pasa esto, me corto las venas con una criollita húmeda.

Desde hace muchos años soy defensor de los vinos de  Hans Vinding-Diers, siento que con los años el tipo fue entendiendo el terruño y la cepas que vinifica, cada año mejora y sabiendo que está en el proyecto Chacra, intuía que algún día encontraría la manera de expresar ese terroir en el malbec y en el pinot, como no se puede dar en otro sitio del planeta.

Sigo los vinos de Chacra desde hace años, Barda y Mainqué siempre me han resultado muy agradables pero con los Chacra 55 y 32 siempre me encontré en problemas. Más allá de que no me resultaban placenteros 100%, encontraba en ellos algo particular y único,  había en esos vinos algo embrionario que en algún momento vería la luz.
Hace pocos meses pude probar Chacra 55 2013 y noté un cambio asombroso. El vino ya no tenía gusto a madera, reconocía el mismo paso por boca que en ediciones anteriores, pero de manera más gentil y armoniosa. Hace unas semanas pude probar en una degustación Chacra 55 2014 y a la semana siguiente la misma añada en casa, tranquilo y atento a todo.

Chacra 55 2014 es a mi humilde modo de ver, la bisagra del pinot de alta gama de Mainqué. Un pinot que sabe a fruta y a tierra, que no peca de dulzor ni de barrica. Frutal, seco, acido, gentil, equilibrado, con un largo de boca increíble. Solamente pinot noir de un sitio único e irrepetible. Me recordó en su esencia a Montsecano y Little Quino por la emoción que me causaron al probarlos. Me bebí la botella entera yo solo, en unas 3 o 4 horas. Fue puro placer y regocijo, una cita íntima conmigo mismo y el pinot noir patagónico.
Brindé por Hans, por Piero y por los 4 de copa como yo que nada sabemos. Y aunque nada entiendo, sentí íntimamente por un momento, que habíamos encontrado eso que tanto estábamos buscando al sur del Rio Colorado.

Ahora si Piero, ahora sí.
Salud!!!