Ha pasado un año desde que abrí este blog, sinceramente sin muchas expectativas, en principio quería escribir mas acerca de la música que me gusta, que de vinos, pero terminó siendo todo lo contrario.
He disfrutado escribiendo para cada entrada, y contestando cada comentario, eso se los aseguro. Y gracias al blog, han pasado cosas extraordinarias. He conocido gente que vale la pena conocer y también interactuar con otros bloggers que respeto mucho.
Kuari pretende ser un sitio de libre pensamiento, un espacio donde volcar de manera independiente, un manera de sentir y de vivir. Sin eufemismos, ni poses, no pretendo ser simpático, ni agradable, no posteo solo vinos que me agradan, digo lo que pienso de manera honesta, sin perseguir intereses secundarios. Puedo estar equivocado o no, ser justo o no, pero quédense tranquilos, que jamas voy a venderles pescado podrido.
Gracias a todos!!!!
Cuando llega el tiempo de las vacaciones, la mayoría de los
bichos de ciudad, buscamos refugio en parajes que destruyan la rutina diaria, a
la que por distintas razones nos sometemos a ella durante muchos meses.
El bosque y el mar
En mi
caso, y desde hace años, busco lugares que rompan mi día a día, no quiero ver
cemento, ni semáforos, tampoco quiero ver mucha gente, y prefiero la dosis más
cruda posible que un citadino pueda soportar de naturaleza. El destino elegido
fue Mar Azul, el último balneario del partido de Villa Gesell, que si bien ha
cambiado bastante desde la primera vez que lo visite en el año 1996, aun
conserva sus frondosos bosques, sus calles de arena y ese aire de pueblo difícil
de encontrar en la costa atlántica de la provincia de Buenos Aires. Un lugar
que todavía resiste, en estas últimas 2 décadas he visto como se cagaron,
Pinamar, Cariló, Villa Gesell, Mar de Las Pampas y demás. En tren de romper la
rutina, mis hábitos se modifican, uno se levanta más tarde, camina mas, lee
mas, el cuerpo día a día se lentifica, y hasta el tono de la voz se transforma,
por supuesto la manera de alimentarse, la parrilla se prende mediodía y noche
en caso que el clima lo permita, y también suelo consumir cepas que durante el
año no consumo demasiado. Mi caja se compuso de 1 torrontés, 1 sauvignon blanc,
1 saint jeanett, 1 pinot noir, 1 bonarda y 1 riesling, no importa demasiado las
etiquetas que seleccioné, lo importante es como ésta elección fue otra manera
de escapar de la rutina. Durante los meses laborables, me concentro mucho
en el consumo de malbec, cortes de
malbec, sirah y tintos de todo tipo, que por lo general andan por los mismos
caminos. Parece una locura, pero la rutina nos empuja hacia esos lados, vamos a
una degustación, una cena, una presentación, y ahí están, los vinos de siempre,
seductores, cuasi pornográficos, y uno no es de piedra, el malbec es una puta
que todos desean, tiene sus artificios y sus virtudes, pero sobre todo se viste
de mil maneras y parece que casi todas le quedan, y por supuesto, uno se deja
llevar.
Por eso este año, como casi todos, me llevé a la amantes, y me deje seducir por
ellas una vez mas. Y repetí experiencias como beber un torrontés y que en sus
aromas que se desprenden de la copa sentir como se mezcla con los aromas
salinos del mar cercano, o el riesling con los aromas de sotobosque a las 7 de
la tarde cuando el sol se oculta, también la bonarda con el fuego crepitando y
los pinos metiéndose en la escena, y así cada botella fue una experiencia y un
momento aparte. Cada día pensaba todo lo que nos perdemos, como cada detalle
del entorno que nos rodea puede influir en lo que comemos o bebemos. La carne a
la parrilla tiene otro sabor, las verduras crudas parecen de otra especie, y
por supuesto el vino que bebemos sabe diferente. Estas fueron mis amantes
permitidas del verano, cada experiencia fue especial y única. La experiencia la
vengo repitiendo hace casi una década y les aseguro que vale la pena probar
cosas diferentes en ámbitos no habituales. Como decíamos cuando éramos
adolescentes y nos hacíamos de nuestro grupo playero, QUE NO SE CORTE EN BUENOS
AIRES.
“Hay días en que me levanto con una esperanza demencial,
momentos en los que siento que las posibilidades de una vida más humana están
al alcance de nuestras manos. Éste es uno de esos días.” Ernesto Sábato, La
resistencia, mayo de 2000.
Este 2012 fue para mí, el año en que la resistencia ganó una
batalla. Ustedes se preguntaran que batalla? que resistencia? Que fue lo que se
ganó?.
Pues bueno, la historia es larga y aburrida, así que si deciden seguir,
están advertidos.
Por 2006 éramos unos pocos los que ya estábamos aburridos de
los vinos "parker", tras el
impacto de ese tipo de etiquetas con mucha intensidad, fruta muy madura
y un fondo de vainilla, algunos nos atrevimos a decir que no era la nueva
verdad, que la calidad de un vino no estaba dada por la sobre maduración de la
uva o el sabor a barrica, que si bien es un estilo que puede ser disfrutable, notábamos
que el uso de ciertas técnicas enológicas, favorecían la homogenización y no la diversidad. En los
viejos foros del vino, la mayoría, defendía la idea que los nuevos vinos, eran el futuro y que lo demás estaba en tela de juicio.
Así conocí a
unos pocos que compartían mis mismos criterios, y de alguna manera nosotros
fuimos "la resistencia". Pasábamos horas y días discutiendo y
tratando de hacer entender a muchos, que
no solo de barrica y de fruta sobre madura vive el hombre. Que Carmelo Patti,
Riccitelli, Panella o Ángel Mendoza entre otros, no eran dinosaurios atascados
en un estilo arcaico y obsoleto. Luchábamos con las pocas armas que puede darte
un teclado de computador, para defender lo que creíamos justo y necesario. Los
vinos "parker" eran una moda, que se vendía bien en yanquilandia,
éste hecho comercial parecía hacer ver que los que sabían interpretar ese
terruño eran los nuevos, no los que hacía décadas estaban allí, esos tipos eran
generalmente tratados como pobres viejos metidos en un concepto estilístico
equivocado, ni hablar de los vinos de López o de Weinert, estos vinos en
aquellos años estaban catalogados por muchos, directamente como defectuosos. De
esa manera, se crearon hordas de adoradores de Cobos y del grupo Clos de los 7,
ellos eran los nuevos abanderados, los que sabían interpretar lo que Mendoza y
la enología argentina necesitaba, como dije antes, LA NUEVA VERDAD. Siempre
amparados en lo que el mercado yanqui requería y en los muy buenos puntajes que
cada año conseguían por wine advocade y compañía. De esta manera nacieron
cientos de imitadores, bodegueros y winemakers que querían subirse al barco de
la felicidad, y así aparecieron muchísimos tintos y algunos blancos de 90 pts.,
correctos y bebibles, pero tan faltos de carácter como el número que esgrimían
en sus etiquetas a modo de cucarda. La nueva ola estaba en su apogeo para 2009,
Cobos, Achaval Ferrer, Catena Zapata y algunos otros afortunados, eran las
bodegas insignes, casi llegamos al vino de 100 pts., cuanta emoción, pero las
voces rebeldes se iban sumando, de a poco aparecían mas que pedían diversidad, y
que cuestionaban ciertas prácticas enológicas, incluso desde adentro de la
industria. En 2010 aparecieron algunos vinos que abrieron el abanico, si bien seguíamos
atados al estilo maduro y concentrado, algunos se atrevieron tímidamente a
mostrar otros aspectos que el terruño podía ofrecer en ciertas zonas como el
Valle de Uco o los Valles Calchaquíes, por citar dos ejemplos. Y a muchos pareció gustarles esa manera
de interpretar una determinada zona. En 2011, y con la llegada de muchos
críticos internacionales que hablaban mal del alto alcohol, la sobre extracción
y el exceso de madera, el avispero se exaltó y la cúpula indignada parecía no
entender, “¿como estos tipos nos critican y después a la hora de puntuar, le
dan buenos puntajes a lo que tanto denostan?”. El mensaje parecía confuso, pero
era claro, “Muchachos, esto está muy bien, pero ojo con creer que lo único que
éstas tierras puede dar es lo que nos ponen en la copa”. Los indignados,
masticaban bronca, pero por otro lado anotaban y tomaban cuenta, esa es una de
las características mas positivas de la vitivinicultura argentina, estar
atentos a lo que nos dicen los de afuera. También en 2011 aparecen en escena
varios ejemplares que van a contramano del mainstream, y con gran repercusión
entre muchos consumidores y algunos críticos. 2012 es el año del quiebre, por
muchas razones, entre ellas el cambio de crítico de WA y sus puntajes,
Alejandro Vigil hace un reconocimiento público a Panella delante de la crema de
la enología argentina, Patti es un nuevo hombre a descubrir en Lujan de Cuyo,
Riccitelli es el enólogo del año para un medio yanqui, Tapia consolida su guía Descorchados
como la mas importante en Sudamérica y hace reuniones épicas en Buenos Aires y
Mendoza, y así puedo seguir enumerando. En resumidas cuentas, ciertas etiquetas
que en 2006 serían destruidas por la crítica, en 2012 tuvieron reconocimiento
local e internacional, éste año muchos se animan a mostrarse sin maquillaje y
sin miedo a mostrar su lado rústico o salvaje.
El cambio no implica desheredar todo lo bueno que se hizo en
la década pasada, por supuesto que seguirán vigentes muchas etiquetas que
representaban el estilo “parker” pre-Martin, y a mi modo de ver, considero que
está muy bien que así sea, pero siento íntimamente que nuevas formas de
interpretar el terruño, se avecinan para el próximo año, no caigamos en la
misma trampa de pensar que una nueva verdad se aproxima, sigamos creyendo en
que la diversidad es lo que nos dará un lugar en el mundo del vino. Lograr que la DIVERSIDAD fuera reconocida, es la batalla que ganamos, y por mas pequeño que haya sido mi aporte, me siento parte de ello.
Si llegaron hasta aquí, les advertí que era largo y aburrido, el que avisa no traiciona.
Pocas personas han tenido un mayor
impacto en su campo que el que tuvo el saxofonista de Kansas City en el mundo
del jazz. Un genio con una capacidad mental extraordinaria para crear e
inventar sonidos nuevos y líneas
melódicas admirables. Su vida y su personalidad lo elevaron a la categoría de
mito, fue desde su irrupción en los escenarios una leyenda viviente. Charlie
Parker es, a la vez, un genio y un mito. La irrupción de Parker y el be bop, son el punto
de inflexión más importante y categórica en la música de jazz. Ni la nota más
corta sobre historia del jazz puede saltarse su nombre. Me animo a decir que
junto a Louis Armstrong, Duke Ellington, Miles Davis y John Coltrane, forman el
quinteto de músicos fundamentales para el desarrollo de éste género. Él, además,
cronológicamente ocupa el puesto del medio, y tanto a Davis como a Coltrane se
les puede considerar como discípulos suyos. De todos ellos, su éxito comercial
fue bastante menor y su carrera muchísimo más corta. Es el único de ésta saga
que murió en la más absoluta pobreza y degradación.
Bird en su momento de gloria.
Robert Altman lo sitúa como un espectador
adolescente del mítico duelo entre Coleman Hawkins y Lester Young en Kansas
City, lo cierto es que Young será una de sus primeras influencias, aunque al
contrario de otros muchos saxofonistas, no se contentará con imitar el sonido
de Lester. Su instrumento no era el saxo tenor sino el alto, esto hizo que
también tuviera la influencia de los dos altos más reconocibles de la época,
Johnny Hodges y Benny Carter, mas allá de las influencias, Parker siempre buscó
su propio sonido. En su mente genial e inquieta, encontró las notas correctas y
el sonido apropiado para irrumpir con algo nuevo y revolucionario. Una vez
conseguido esto, el mundo del jazz no volvió a ser el mismo.
Hasta la aparición de Parker el jazz
vivía inmerso en la época del swing, grandes orquestas en las que los solistas
tenían unos pocos segundos para hacer su solo y todo estaba muy estandarizado.
Los solos se improvisaban a través de la melodía pero Parker se dio cuenta que
podía improvisar a través de los acordes, creando así nuevas variaciones sobre
la estructura de los temas, pudiendo tocar muchas más notas y más rápido. A su
llegada a Nueva York encontró a varios músicos jóvenes que estaban alineados a
su nuevo estilo. Se reunían en el Minton´s a altas horas de la madrugada (a los
músicos se les invitaba a comer los lunes). Fue allí en interminables jam
sessions donde el be bop fue tomando forma. Entre los habituales estaban
músicos como Thelonious Monk, Kenny Clarke o el hombre con el que formaría una
de las más importantes asociaciones en la historia del jazz, Dizzy Gillespie.
Diz y Bird congeniaron rápidamente, a
pesar de ser dos personalidades totalmente distintas, Dizzy era risueño,
afable, buen organizador y bastante responsable, mientras que Bird era más
taciturno, un desastre personal y adicto a la heroína desde los quince años.
Los dos estuvieron durante un tiempo en la banda de Earl Hines, donde gozaban
de bastante libertad gracias a su veterano líder al que no le importaba
innovar. Este periodo y el que compartieron junto a la banda del cantante Billy
Eckstine no está registrado en grabaciones, pero, aun así, la voz se fue
corriendo y poco a poco, todos los músicos empezaron a hablar de la nueva música
y de sus nuevos apóstoles. Allá por dónde pasaban los arcángeles del be bop,
una oleada de músicos jóvenes se acercaba a verlos tocar. Fue así como un joven
Miles Davis tuvo su primer contacto con sus ídolos en su Saint Louis natal.
Entre los veteranos hubo división de opiniones, Duke Ellington o Count Basie
aplaudieron las innovaciones pero el gran Louis Armstrong nunca pudo entender
el invento, y nunca pudo tocar be bop.
El tiempo de los grandes excesos
Parker y Davis en sesión de grabación
Las actuaciones de Parker y Gillespie con
una sección rítmica en los clubes de Nueva York mientras no estaban de gira con
la big band, son materia de todo tipo de leyenda. Había gente que se acercaba
con un magnetofón para grabar los solos de Bird y aprendérselos nota por nota.
De repente todos los saxofonistas jóvenes sonaban como Parker, Bud Powell
llevaba sus innovaciones al piano y los músicos más veteranos, como el padre
del saxofón Coleman Hawkins, comenzaban a introducir giros be bop. El hecho de
que a inicios de los años 40, en plena II Guerra Mundial, hubiese una
prohibición a la hora de grabar discos hizo que cuando finalmente Bird y Diz
entrasen en un estudio de grabación a inmortalizar su música esta ya estuviese
en su momento álgido. Para cuando terminó la guerra, y en apenas 4 años, el jazz
ya era otra cosa. El cambio había sido tan vertiginoso, como la música que cada
noche se escuchaba en los bares de culto de la gran manzana.
Puede que esta fuera una de las razones
por las que el be bop no tuvo tanto éxito como el swing, pero es mucho más
importante la de que los beboppers no anhelaban ser exitosos comercialmente,
sino ser respetados como artistas. Renegaban de actuar como bufones para la
alta sociedad blanca, Parker y compañía se sentían artistas y así querían ser
tratados. Su forma de vestir, de hablar se asemejaba a la de los bohemios
europeos. La generación beat literaria les tomó como héroes. Para Kerouac,
Cassidy o Ginsberg, la vida era "sexo, drogas y jazz". Cuando
hablaban de sexo era de mucho, cuando hablaban de drogas era de todas pero
cuando hablaban de jazz, el único Mesías era Charlie Parker.
En 1945 Bird se volvió a encontrar con el
joven Miles Davis, éste había ido a Nueva York a aprender directamente de sus
ídolos, Charlie Parker no se la hizo difícil, sin dinero por sus excesos, fue a
vivir con el acomodado trompetista al que su padre pagaba un apartamento. Como
retribución al hospedaje, Miles pasó a tocar en su grupo. El día en el que
fueron a grabar por primera vez a un estudio de grabación es conocido como
"la sesión de grabación más importante de la historia del jazz". En
el recuerdo dos canciones, 'Now´s the time' y 'Koko', en esta última el joven
trompetista tuvo que dejar su lugar a Dizzy, presente en el estudio, ya que no
podía tocar el complicado motivo del mismo.
La costa oeste y el infierno
Así iba creciendo la leyenda de Parker
hasta que, finalmente, sus demonios se apoderaron de él. Fue en California,
Parker y Diz habían ido hasta la
Costa Oeste a llevar la nueva música, el be bop. Al principio
solo interesó a los músicos, el club en el que tocaban no se llenaba, aunque no
hubo un solo músico de Los Ángeles y alrededores que no se viera influenciado
por el nuevo estilo. Diz se preparó para hacer las maletas, cobró su dinero,
compró billetes para todos y puso rumbo a su querido Nueva York, Bird vendió su
billete y lo cambió por unos pocos gramos de heroína. Poco después el músico
más importante de su generación malvivía en Los Ángeles. Para conseguir más
dinero Parker firmó con una compañía, Dial, en la Costa Oeste, a pesar
de tener un contrato exclusivo con Savoy, en la Costa Este. El final de
su viaje a los infiernos terminó el 29 de julio de 1946. En un estado deplorable
se presenta a una sesión de grabación, allí graba un 'Lover man' que siempre ha
dividido a sus críticos, el momento en el que hace crack una de las mentes más
inquietas de su tiempo o la bella constatación del sufrimiento humano hecho
arte. Después de grabar Bird vuelve a su mísera vivienda donde prende fuego a
su colchón y sale en calzoncillos a la calle. Allí será recogido y enviado al
sanatorio mental de Camarillo, donde estará internado los siguientes seis
meses.
Afirmar que tras su salida Bird ya no
tenía nada que decir sería totalmente falso, aún le faltaba grabar algunas más
de las grandiosas sesiones para Dial y Savoy, como 'Relaxin´at Camarillo', sus
maravillosas grabaciones con cuerdas, sus coqueteos con la música cubana o sus
reencuentros con Dizzy, pero sí es verdad que la revolución ya estaba hecha y
Parker no logró volar más allá de ella. Las nuevas big bands, lideradas por
gente como Woody Herman o Stan Kenton, coqueteaban con el be bop, los
compositores de música "culta" se rendían ante Parker y hasta los
antiguos maestros como Lester Young, Johnny Hodges o Benny Carter tocaban con él.
Los músicos de jazz habían dejado de ser bufones, para convertirse en artistas
de culto. Hacia el inicio de la década del 50, no había nadie que no estuviese
influenciado por Parker. Años más tarde su seguidor, y amigo, Charles Mingus
compuso una canción con el significativo título de "Si Charlie Parker
fuese un pistolero habría un motón de imitadores muertos". Lo cual resume
lo que los músicos de la época sentían hacia Charlie.
Tocando con los mejores del mundo con un
saxofón de plástico
La rehabilitación en Camarillo fue un
espejismo y a su drogadicción crónica le sumó una ingesta de alcohol y comida
en cantidades desmesuradas. En 1953 una revista canadiense organizó un
concierto en el que reunió a los que había elegido como mejor trompeta, piano,
bajo, batería y saxofón del jazz. Dizzy Gillespie, Bud Powell, Charles Mingus, Max Roach y Charlie Parker.
Bird apareció sin instrumento tras haberlo vuelto a
empeñar a cambio de algo de droga así que tuvo que tocar un saxofón de plástico
prestado, lo cual suena caótico, pero en realidad se trataba de un Grafton con
el cuerpo y la campana de un material acrílico, que desarrolló por años el
luthier italiano Sommaruga en Londres. Los que no estudiaron demasiado la vida
de Parker quieren hacer ver éste episodio como “el día que Charlie humilló a
Diz con un saxo de plástico”, pero la verdad es que él ya estaba familiarizado
con el instrumento, seguramente le habrán traído unos cuantos y eligió ese
porque conocía su mecanismo. De todas formas, solo un genio puede lograr que un
instrumento así suene como sonó la noche del 15 de mayo en el Massey Hall
canadiense. Por fortuna, Mingus y Roach grabaron el concierto y quedó
demostrado, una vez más, que Bird volaba más alto en directo.
Fue una de sus últimos conciertos, los
dueños de los clubes no lo contrataban por su volátil estado emocional, los
sellos discográficos, que albergaban a cientos de imitadores, le rehuían pues
no estaban dispuestos a pagar horas y horas de estudio esperando que
apareciese. A esa altura, el club de jazz más importante de Nueva York, el
Birdland, había cerrado sus puertas para el hombre al que rendía homenaje en su
nombre. El propio Bird se encontraba atormentado pensando que se repetía y
acariciaba la idea de involucrarse en la música clásica. Nada parecía ir bien
para el hombre que había cambiado la cara al jazz. Así fue que el día 12 de
marzo de 1955 se dirigió a la casa de su buena amiga la Baronesa Pannonica
de Koenigswarter, una mecenas del jazz a la que el propio Thelonious Monk había
dedicado una canción. Fue la última persona que le vio con vida, tras dejarlo
riendo a carcajadas ante un programa de televisión, Pannonica lo encontró muerto en su sofá. El doctor que
certificó su muerte dijo en su informe que era un varón de raza negra de unos
55 años de edad. Tenía 34. Evidentemente Charlie Parker vivió deprisa pero no
dejó un hermoso cadáver. Vuela tan alto como puedas, practica hasta que la boca y los dedos se entumezcan, vuelve a tocar 100 veces mas de la misma manera, y en ese momento, tal vez, puedas tocar las alas de BIRD.